Traductor - Translate

domingo, 25 de septiembre de 2011

Carta de un emigrante

Desde hace casi un año, colaboro con una asociación de emigrantes retornados en Jaén.
En principio, fué algo ocasional. Para hacerle un favor a un buen amigo.
Pero poco a poco, conocer las historias de sus socios, me ha hecho comprender las dificultades de estas personas valientes, al llegar a sus destinos. Y es que, cuando hablamos de las dificultades del emigrado español del siglo XX, pensamos solamente en los problemas idiomáticos, en el choque de culturas o en el simple cambio de ambiente laboral.


En esta carta, he querido plasmar, las otras dificultades. Las que solo conocen los actores de estas historias. Sus problemas emocionales. Su rabia interior. Su sentido de culpabilidad. Su enorme tristeza y soledad, que les llevaba a muchos a tener brotes de ira y actuaciones poco lógicas y totalmente contrapositivas a su estado mental.


Este escrito, lo he presentado al XIV concurso literario de Correos. Por lo que he querido que este emigrado tipo, expresara con sus palabras el agradecimiento y la encomiable labor, que cuando el teléfono, no estaba al alcance de todo el mundo, hacía este servicio público.


Esta historia, no es real. Es el producto de varias historias que he conocido en AJIER, aglutinadas en una sola persona, pero que en realidad todas estaban conectadas por las mismas sensaciones. Espero haber trasmitido esos sentimientos a traves de la carta. Ese y solo ese, es el verdadero objetivo. El objetivo que me hará sentir ganador del concurso.



Apeldoorm, 21 de Enero de 1956

Querida amiga, querida esposa;

Siento que no aguanto más. Estos tres meses están siendo muy duros. Intento levantarme cada mañana, con la ilusión de volver pronto a mi jaula. Porque eso es lo que se ha convertido esta habitación. Y es que volver aquí, es regresar a la libertad.

Entre estas cuatro paredes, puedo reír, puedo llorar, puedo gritar y golpear las paredes con mi puño, imaginando que son las cabezas de esa gente, que en su idioma murmuran, sonríen y sin entenderlos, yo sé que se burlan en mi cara.

Creo que no voy a soportar este cambio tan radical. Aquí apenas sale el sol. Siempre llueve. Las calles vacías, siempre heladas, me llenan de melancolía por las noches, mientras miro por los cristales empañados de mi habitación. Como me apetecería un buen plato de jamón y una copa de vino en el bar del pueblo.

La gente, es buena y respetuosa, pero yo odio a todo el mundo. No lo entiendo, pero es así. Hay días que no tengo ganas de comprar el pan, para no tener que dar las gracias al dependiente. Otros días me escondo a la salida de la fábrica, para evitar despedirme de los compañeros. Los domingos no me atrevo a salir a la calle. Me asusta no tener donde ir, con quien hablar. Estoy cansado, deprimido e irascible.
Mi tristeza es tal, que solo espero que llegue pronto el día 31, para poder ver el cheque y esbozar una sonrisa. Es lo único que me mantiene con fuerzas. El poder mandar el dinero suficiente para que no os falte de nada.

Pienso en nuestros hijos. En como habrán pasado las navidades sin su padre. No estar cerca de ellos, me hace sentir culpable. No puedo protegerlos, aconsejarles, jugar con ellos, desde aquí, solo puedo conseguir que sigan en el colegio. Que vayan bien vestidos. Aunque pensándolo bien eso me consuela.

Te quiero dar las gracias por el paquete que recibí el mes pasado. Los mazapanes son difíciles de encontrar aquí. La foto tuya con los niños me hizo mucha ilusión. El retrato de mi madre, me ha hecho pensar las pocas veces que le he dicho que la quiero. Ahora me duele haber perdido a mi padre, sin decirle ni una sola vez lo importante que ha sido en mi vida. Solo espero que nuestros hijos, se sientan algún día tan orgullosos de mí, como yo me siento ahora de mi padre.

Esta Navidad ha sido tan diferente sin vosotros. Solamente triste. En Nochevieja, intenté comer las doce uvas. Pero me faltaron fuerzas y terminé maldiciendo mi suerte y llorando.

Espero que a los niños les hayan gustado los regalos que les envié por San Nicolás, como te dije en mi carta anterior, por aquí no pasan los reyes magos, y es tradición que los niños reciban sus regalos el 5 de diciembre, vísperas de Sinterklass, creo que se escribe así. Me los imagino por las calles del pueblo con sus bicicletas nuevas. Serán la envidia de todos sus amigos. Trabajar en este sitio, tiene sus ventajas.

Mi compañero Piero Luigi, también ha mandado a Italia, una bicicleta a su hija. Es con la única persona que puedo hablar un poco, gracias a que nuestros idiomas se parecen mucho. El jefe nos las ha dejado a precio de fábrica e irá descontando de la nómina diez florines al mes. Lo peor, es que cuando las cosas mejoren en España, y pueda volver, seguiré viendo en casa, como si de una pesadilla se tratara, las mismas bicicletas que día tras día, me recuerden esta experiencia tan amarga, que estoy viviendo en esta fábrica. 
Piero, lleva en Apeldoorm dos años. Él siempre me anima a salir de esta jaula. Dice que la ciudad es bonita y limpia. Que se respira un aire fresco, que me vendría muy bien.

Pero yo me resisto. En estas fechas está llena de policía, ya que, la Familia Real Holandesa, pasa sus vacaciones en el palacio que tienen aquí, y no me apetece que me registren solo por llevar un traje humilde y algo arrugado.

Mientras tanto, yo prefiero sufrir en este silencio. Sentado frente a la mesita colmada de retratos de nuestra boda, de nuestros hijos. Esta mesita, donde invierto las horas mirando la luna y sintiendo que estoy un poco más cerca de ti. Aquí, he descubierto que en todo infierno hay un paraíso. Y este rincón de la habitación es mi santuario.

Por favor, di a mi madre y a los niños que soy feliz. Que trabajo mucho pero que estoy bien. Que los echo de menos y pronto nos reuniremos.

Te ruego que me escribas cuanto antes. Necesito del oxigeno de tus cartas para seguir viviendo.

TE AMO.

No hay comentarios:

Entradas populares

Entradas más visitadas esta semana