Madrid y
Barcelona. Ciudades pujantes donde las haya. Con una clara apuesta por el
futuro. Algunas veces pedantes, en sus continuos intentos por despuntar y ser
una mejor que la otra. Incluso tienen unos gobiernos, que se atreven a dar
lecciones de buena administración para controlar el déficit, como el gobierno
de Esperanza Aguirre, y que luego se descubre que han engañado hasta a sus
propios jefes.
O el
catalán, que parece tener una ley tácita, que exige que cada tres meses, haya
que atacar a otras comunidades, utilizando tópicos que solo muestran el grado
de catetismo de las personas que forman este gobierno.
Máximas
rivales deportivas y políticas, llegando incluso a desagradar al resto de
españoles, que no entendemos esa manía de competir atacando sin respeto, muchas
veces a la contraria. Nosotros, los que vivimos en pueblos y ciudades de
categoría inferior, pero somos capaces de admirar las grandes maravillas de
estas ciudades, y los pequeños detalles que hacen grandes el resto de
poblaciones de este país.
Dos ciudades que para mí, están perdiendo la
cabeza y desorientándose demasiado de la realidad, con un proyecto, que ojalá
me equivoque nunca llegará.
Tal vez el problema, venga del mismo
concepto, que un día comenzamos con mucha ilusión y debido al status de nuevos
ricos que alcanzamos, lo dejamos sin terminar, y a mi parecer funcionando con
un temporizador, que poco a poco está llegando al final, donde nos daremos
cuenta que todo ha sido un espejismo y que hay que volver a empezar.
El pueblo europeo, ese que comparte la gloria
de ser el motor de la historia. Aguerrido entre sí, pero que comparte las
mismas raíces culturales, un día soñó con unirse para equipararse a los Estados
Unidos de América. Loable intención, si no solo nos hubiéramos conformado con
abrir las fronteras y tener un medio de pago único, que no es lo mismo que una
moneda única. Pero por entonces empezamos a hinchar una burbuja que nos hizo
ricos y ahora nos ha estallado y dejamos lo más importante para crear un Estado
Europeo Unido para otro momento que ya parece ser tarde.
Queríamos ser como EEUU, sin darnos cuenta
que era imposible. No pensamos igual. No vivimos igual. Somos demasiado
diferentes, pero ellos son ricos y nosotros queríamos copiar su modelo. Un
modelo que puede funcionar allí, pero que al implementarlo en la vieja Europa,
no tiene porque funcionar. Excepción de Mac Donalds, claro está.
Hemos adquirido un cierto complejo de
inferioridad, aceptando que lo que venga de allí tiene que ser bueno, olvidando
nuestras raíces comunes y nuestra forma de pensar, totalmente antagónica. Un
complejo que nos nubla demasiado la vista, y nos invita a desenfocar de la
realidad, para prestar atención a una ilusión, que yo no me la creo.
Madrid y Barcelona. Dos ciudades que compiten
ahora, por atraer a un magnate Estadounidense para que construya en sus
respectivos territorios una ciudad del juego, que dará empleo directo a 150.000
personas y moverá miles de millones de euros al año, además de hacer crecer el
turismo receptivo de países europeos en un porcentaje del 60 %. Este señor dice
que se llamará Eurovegas, y pretende copiar el modelo de turismo que se da en
la ciudad de Las Vegas, en la Europa tradicional.
Es
verdad, que me gustaría más que llegarán otro tipo de empresas de EEUU.
Empresas que crearan valor y generaran otro tipo de puestos de trabajo. La
pugna Madrid-Barcelona, sería algo lógico y bueno para el conjunto del estado español,
siempre que fuera una competencia respetuosa.
Pero
es que, y vuelvo a repetir que ojalá me equivoque, pienso que Eurovegas
nunca llegará ni a Madrid, ni a Barcelona. No me creo, que este hombre venga y
construya un complejo tan bestial para dar trabajo a 150.000 personas. Me parece
una cifra tan alejada de lo que debe ser la realidad, que solo escucharla me
produce desconfianza. En mis cortas entendederas, no me entra en la cabeza que
alguien se haga miles de kilómetros, para llegar a un sitio donde sabe que lo
van a desplumar, pues la banca siempre gana, ofreciéndole solamente el
entretenimiento que da el azar. Menuda diversión. Creo que en esta parte del
mundo, la gente busca otras cosas. Eso puede funcionar en Las Vegas, y el cine
hacernos creer que es lo más divertido, pero en Europa aún pienso que el
capital más importante es el humano y el dinero solo tiene la importancia que
debe de tener.
Más bien me temo, que este americano es un
inversor en el mercado de deuda, que está haciendo entretenerse en ilusiones
infundadas a los gobernantes catalanes y madrileños, para mientras tanto hacer
su agosto ayudado por la prima de riesgo que no se baja con estas ocupaciones.
Mientras Esperanza Aguirre pide al gobierno que permita fumar en casinos y
bingos, dando palos de ciego, por expreso deseo de quien va a dar 150.000
puestos de trabajo, este señor que aún no ha puesto un euro, sigue alimentando
a los ilusos con sueños de grandeza, con los intereses que solo él sabe que
tiene.Este artículo, es uno de esos que escribes pensando que deberías equivocarte. Que todas las promesas de este hombre fueran reales y que los ilusos se conviertan en visionarios y yo simplemente en un incrédulo que por mi forma de pensar, tengo lo que merezco. Pero es lo que pienso. Creo que en vez de intentar parecernos tanto a EEUU, deberíamos centrarnos en convertir la Unión Europea, en lo que un día pensamos, incluso soñamos que queríamos ser. Con sus virtudes y sus defectos, y como dice su lema; unidos en la diversidad.
Tal vez algún día tenga que afirmar que me he equivocado. Quizá Eurovegas llegará a Madrid o Barcelona, y aunque bien podrían luchar por atraer otro tipo de empresas, yo me alegraré. Me alegraré por la ciudad elegida, y si esa ciudad es Madrid, me alegraré por partida doble, porque entre esas 150.000 personas que estarán trabajando allí, yo tendré algún familiar, conocido o amigo que saldrá de las listas del paro.
Mientras tanto, no seré un Euroiluso y miraré con escepticismo este proyecto, que en mi opinión solo hace entretener a unas personas que deberían estar ocupándose de asuntos más reales e inmediatos.