No me cabe la menor
duda del poder de la telebasura. Es el cóctel perfecto para la sociedad simple,
irreflexiva y en gran medida ignorante que el lado oscuro de Internet ha
creado. Se aprovecha de ese hándicap social para hacer caja, utilizando a manipulables
ciudadanos que extasiados por las tertulias televisivas y el poder que les
otorga la frase “libertad de expresión”, buscan el minuto de gloria que se les
debe por tragarse tales bazofias.
Parece, que ahora un
programa de la telebasura ha centrado su punto de mira en el pueblo que define
mi ser. El lugar donde se sustentan mis raíces y que dota mi espíritu de paz y
armonía. Ese programa es El Intermedio y ese pueblo es Llanos del Caudillo. Yo,
humilde ciudadano que cuento con la única virtud de la reflexión, levanto mi
voz para advertir, que mi pueblo jamás será el “punching-ball” de la telebasura.
Jamás, mientras El
Intermedio trate en sus reportajes de forma torticera, demagógica y sin
fundamento la Ley de Memoria Histórica. Una Ley, que aún estando de acuerdo con
ella, ya desde su aprobación en 2007 fue objeto de tal controversia, que bien
merece tratarla con responsabilidad y bastante tacto.
Cuando el Regimiento
Numancia de las fuerzas nacionales, tomó el pueblo toledano de Azaña en 1936,
Francisco Franco decidió eliminar de un golpe las raíces de ese pueblo, que se
denominaba así por la propia evolución fonética de su nombre original en árabe;
simplemente porque le recordaba muy mucho a su enemigo y Presidente de la
República, Manuel Azaña. Le puso Numancia de la Sagra, perpetrando así el mayor
robo que se le puede hacer a la identidad de una población. Y aún así, parece
que este acto deleznable escapa de la Ley de Memoria Histórica y/o no interesa
tanto a la telebasura, porque lo que vende es Franco. Y si los políticos que
redactaron esa Ley querían cobrar, la telebasura también.
Es importante,
explicarle al programa El Intermedio, porque parece que por sí solos no se han
dado cuenta, que durante los años de la guerra civil, fueron cientos de
poblaciones, las que cambiaron su nombre en un bando y en otro, buscando viejas
reivindicaciones o inspiradas por ese ambiente bélico, lleno de tensiones,
odios y espíritus revanchistas. Fueron cientos, las poblaciones que una vez que
terminó la Guerra Civil, terminaron exaltando en sus nombres, al Caudillo y a
la dictadura Franquista. Pero hoy, la gran parte de esos pueblos –con algunas
excepciones como la de Numancia de la Sagra- han ido paulatinamente adaptándose
a su toponimia original, solo basta un rápido vistazo a la Wikipedia para
comprobarlo.
Y es que, una de las cosas más importantes que tiene un municipio,
es su origen. Las raíces que definen su idiosincrasia, su cultura, su historia.
Y un hecho objetivo, que ni el más rojo de mi pueblo puede negar, ni el Gran
Wyoming puede rebatir, es que por aquellos cruentos años de la Guerra y la
Posguerra Civil, Llanos del Caudillo, solo era un bosque.
Nada tiene que ver mi
pueblo con esos vaivenes de la historia de España. Llanos del Caudillo, se
proyectó al amparo del Plan General para la colonización agraria del sector al
que pertenecía, aprobado en 1953, y no fue hasta 1956 cuando empezaron a llegar
los primeros colonos; casi dos décadas después del final de la guerra. Es
lógico pensar, que cualquier nombre propio de cualquier población del mundo,
atiende a su origen; y el nombre de Llanos del Caudillo es una obviedad
geográfica y política evidente en el momento de su creación como pueblo. Por lo
que esas obviedades, son las únicas raíces a las que los llaneros y las
llaneras nos podemos agarrar para comprender nuestra historia. Algo que parece
que no ha comprendido el reportero del programa, cuando presenta en su
intervención inicial a Llanos del Caudillo, como “Llanos a secas”, permitiéndose el lujo de desposeerme a mí, y a
todos mis paisanos del nexo común que nos une. Nuestro origen como pueblo, nos
guste o no.
No me imagino cómo
reaccionarían, por ejemplo, los habitantes de La Carolina (Jaén), a la poste
herederos de otro proceso de colonización llevado a cabo en este caso por el
Rey Carlos III, si les obligaran a cambiar el nombre de su pueblo, porque la
situación política del momento de su creación, propició que el Monarca
impusiera el nombre de su nuera al municipio, en aquel momento de Despotismo Ilustrado.
O remontándonos más atrás, no me imagino tampoco, que los habitantes de
Zaragoza vieran con buenos ojos, que se les obligara a cambiar el nombre de su
ciudad, porque tiene su origen en la colonización de los ejércitos romanos, que
llegaron a Hispania a romper la paz ibera, y fundaron esa ciudad con el nombre de su líder, Caesar Augusta. Que más tarde evolucionó a la Saraqusta árabe y a
la definitiva Zaragoza cristiana. O cómo reaccionarían los ciudadanos de Barcelona,
cuando los políticos independentistas obligaran a cambiar el nombre de la
ciudad, porque se percataran de su toponimia tan poco catalana, al ser en sus
inicios, un asentamiento de la familia murciana de los Barcina. Poderosa
familia de cartagineses, pero en definitiva murcianos.
El reportero del
Intermedio, nos arranca las raíces porque él interpreta que la Ley de Memoria
Histórica nos obliga a eliminar ese origen, simplemente porque aparece la
maldita palabra Caudillo, y todo lo que vaya en contra de esa palabra da votos
para unos, audiencia para otros y aplausos fáciles con los que alimentar el ego
del narcisista de turno. Sería conveniente analizar lo que dice al respecto la
Ley de Memoria Histórica.
En su artículo 15 dice
algo así como: “Las administraciones favorecerán las medidas oportunas para la
retirada de insignias, escudos, placas u otros objetos, menciones
conmemorativas de exaltación personal o colectiva de la sublevación militar, de
la dictadura y de la represión franquista” Y yo lo veo estupendo, pero en
Llanos del Caudillo a diferencia de otros muchos pueblos y ciudades de España,
no hay ni insignias, ni escudos, ni placas de inspiración franquista por las
calles. No hay calles que exalten a Franco, ni a ningún franquista. Y su nombre,
que en sentido literal, no se puede considerar como alabanza alguna al
Dictador, a la sublevación ni mucho menos a la represión Franquista,
corresponde al origen mismo del pueblo, en el contexto geográfico y político en
el que nació. Algo que nadie puede negar. Eliminar el apellido de mi pueblo,
señores y señoras del Intermedio, es eliminar mi historia y la de mis paisanos.
En mi familia materna
también hay muertos en las cunetas de Argamasilla de Alba o exiliados forzosos
a Francia y mientras escribo me salta la vena colorá. Tal vez lo que es difícil cambiar por imposición, sería más
factible hacerlo por evolución.
A mí tampoco me gusta
que mi pueblo quede anclado en su origen. Las toponimias de nuestros pueblos y
ciudades han tendido a evolucionar fonéticamente a lo largo de los siglos, tras
el paso de diferentes culturas o una vez acaecidos hechos importantes. Descartando
la primera opción, en Llanos del Caudillo, ha ocurrido un hecho importante.
Después de la concesión de tierras y viviendas a los colonos, después del
periodo de tutela y después del cumplimiento del compromiso adquirido con el
Gobierno de turno, los colonos se han ganado esas tierras y esas viviendas. Son
propietarios por derecho propio de esos bienes. Hoy, los que un día fueron
colonos, son como en el resto de municipios del mundo propietarios de su pueblo
o ciudad. Un pueblo que quieren abrir al mundo y que se empeñan con el mismo
trabajo y esfuerzo que siempre lo han hecho en mejorar, pero ahora totalmente
libres.
Por eso, señores y
señoras del Intermedio, estoy convencido que tarde o temprano el nombre de mi
pueblo cambiará. Pero no lo hará por presión de ningún programa de la
telebasura. Ni por imposición de ninguna ley que busque la dignidad de esa
inmensa mayoría de españoles que nos sentimos heridos por aquellos crueles años
que tanto daño hicieron a nuestra sociedad y tanto atraso generó en nuestro
país. No lo hará, sencillamente porque la gente de mi pueblo se siente ajena a
todos aquellos episodios y lo único que desea es mantener sus raíces como
pueblo. Cambiará por la propia evolución
histórica y ardo en deseos que esa evolución en su nombre, otorgue la propiedad
del pueblo a sus legítimos dueños; Los Colonos.
Cuando Llanos del
Colono; por ejemplo, se llame así, se cumplirá aquella cita que siempre
recuerdo de mi fallecido abuelo paterno. “A mí que no me hablen de política, ni
de Franco. Ser colono de este pueblo me dio la oportunidad de dejar de ser el
mulero que trabajaba de forma esclava para un terrateniente. Me dio la
oportunidad, de trabajar unas tierras y habitar una vivienda que algún día serán
mías y de mis hijos”
Llanos del Colono. Abril. 2016
Enlace al reportaje referido; http://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/gonzo/vecina-favor-nombre-municipio-personas-les-duele-que-pueblo-llame-llanos-caudillo-que-vengan_2016041400419.html
Enlace al reportaje referido; http://www.lasexta.com/programas/el-intermedio/gonzo/vecina-favor-nombre-municipio-personas-les-duele-que-pueblo-llame-llanos-caudillo-que-vengan_2016041400419.html
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