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viernes, 2 de diciembre de 2011

Mis prisas

Vuelvo a tener prisas. Prisa por envejecer. Por perderme los mejores momentos de mis hijos. Por crecer sin aprender. Vuelvo a pensar que tengo prisa por morir.
Últimamente, he sentido esa sensación amarga, de querer que pase rápido el tiempo.  De esperar mi futuro con desesperación. Un futuro incierto, pero esperanzador, que me incita a perder la orientación del presente, dejando que pasen las horas en mi jaula de soledad. Evadido en mis pensamientos, que a veces tanto daño hacen.
Compleja mentalidad, la del ser humano. Tan inteligente, que por desear que llegue pronto el día, de solución a sus problemas e incertidumbres, se olvida de vivir. Creí tener superada esa manía tan propia de mi debilidad, y ahora, tras unas semanas de letargo y en el reposo y la quietud de esta noche invernal, vuelvo a fijarme en el vapor de mi café.  Veo como juguetea con las formas, para desaparecer inevitablemente en un suspiro. Entonces me pregunto;
-¿Por qué te crees el amo del tiempo? ¿Con que derecho, quieres controlar su paso, dependiendo de tu estado de ánimo?
Vuelvo a echar la vista atrás. Me doy cuenta de lo rápido que ha pasado mi vida. De las cosas que aún me quedan por hacer. Me vuelvo a fijar en el vapor de mi café, ya menos intenso, pronto se enfriará, y me lo tendré que tomar congelado, pero aún así, sigo observándolo. Entonces vuelvo a caer en la cuenta.
Detecto que mi percepción del tiempo, es la percepción errónea de un humano. Siempre contagiada por sentimientos y deseos. El tiempo, siempre con su paso inexorable, no varía ni se inmuta por nuestros pensamientos. La vida es como ese antiguo vapor de café, que se pierde en la inmensidad atmosférica, en un plazo de tiempo determinado. Su trayectoria, siempre igual. En un primer momento, ágil y vigoroso, para poco a poco irse diluyendo, hasta la muerte.
Miro al futuro, vuelvo a mirar al pasado, y me pregunto;
- ¿Por qué he vuelto a dar de lado al presente? Es una constante en mi vida. Siempre recaigo en ese maldito vicio. Un vicio, que me paraliza. Que ocupa mi mente hasta el fondo, sin permitirme pensar en otra cosa, que no sea la llegada del día o la época X.                                                Es ese vicio, el que me ha hecho observar el vapor del café, dejándolo esfumarse sin atreverme a dar un sorbo al líquido caliente. Ahora me lo tengo que tomar frio. He perdido la oportunidad de reconfortar mi cuerpo y mi espíritu. ¡No he disfrutado el momento!
A estas horas, cuando ya ha expirado la madrugada, solo me queda despertar, del sueño confuso de esta última semana. Tal vez, tenga que dormitar un poco en el sofá. Es pronto para resucitar, aún no ha cantado el gallo. Pero estoy seguro que esta noche de reflexión, me motivará a salir a la calle, dentro de un rato, sentir el frio de la mañana en mi cara y que las gotas de fina lluvia me hagan despertar y buscar fórmulas para disfrutar del momento, sin preocuparme tanto por un futuro, que sin duda alguna llegará.

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