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martes, 13 de marzo de 2012

Falacias diversas

Demasiado veces alucino viendo los debates del Congreso. Un foro supuestamente serio, donde se tratan los temas que nos afectan a todos, pero con un rigor y una profundidad, que me recuerda más a las charlas alrededor de una caña o una copa de vino, que acontecen en cualquier taberna de barrio, o cadena televisiva de escasa reputación.


Hace tiempo que pienso que el Partido Popular necesita más Gallardones y menos Aguirres, si de verdad aspira a captar el voto de los que pensamos que en el centro versátil, está la estabilidad de un país, más si cabe como España, con ese recorrido histórico del que debemos aprender.
Pero la retórica falaz, utilizada el pasado jueves por el Ministro de Justicia, ha hecho que me replanteé, mis tal vez, equivocados pensamientos, y dude de la capacidad política del exalcalde de Madrid, pues la mezcla de temas tan sensibles en la sociedad, como el aborto, la violencia de género y la desigualdad, no permite el lujo de hacer juegos de palabras de forma inopinada y sin una argumentación profunda.


''El aborto es una forma de violencia estructural, hacia la mujer''.
Esa es la frase que me ha incendiado el ánimo y dedicar un poco de mi tiempo a algo que ya creía superado.
El aborto, es un tema, que para mi forma de ver, esta demasiado influenciado por las distintas falacias políticas-ideológicas y sobredimensionado hasta límites absurdos por la Iglesia.
La decisión de abortar, es seguramente, la más trágica y dura decisión que deba tomar una mujer. Lo sé, por el único caso cercano que conozco. Porque pregunto, ¿Alguien tiene relación cercana, con más de una mujer, que se haya visto obligada a tomar una decisión así?
Estoy seguro, que no. La inmensa mayoría de las mujeres, tienen a sus hijos libremente, sin ningún tipo de presión y ejerciendo su derecho de ser madres. Pero también, al igual que el resto de países civilizados, debemos hablar del derecho de decidir una interrupción voluntaria del embarazo, en los plazos legales y con todas las garantías jurídicas.
Y estas dos posturas legítimas en el siglo XXI, el Sr. Gallardón, tal vez aturdido por la recomendaciones que manda la Iglesia a sus fieles para que puedan votar ''libremente'', las confunde con lo que yo, llamaría violencia estructural hacía la FAMILIA.


El empeño de la Iglesia por recuperar el poder político de antaño es preocupante, sin aceptar el Estado Laico, abandonan sus funciones más encomiables para dedicar esfuerzos a agitar a sus fieles, por medio de convocar manifestaciones con proclamas equivocadas, que se convierten en ingenuas falacias, cuando llega a manos de la política.
Proclamas como la defensa del matrimonio tradicional o el derecho a la vida, que muestra la simplicidad de sus promotores y la poca capacidad de razonamiento de una sociedad demasiado acostumbrada aún, a ser inducida a pensar de forma concreta. Una herencia negativa del Franquismo.
Pero profundizando en la materia, yo no veo peligrar el matrimonio tradicional, porque una minoría decidan formar un matrimonio de miembros del mismo sexo.
Este no es el problema del peligro que corren las familias tradicionales. Al igual, que tampoco otra minoría decida dramáticamente interrumpir un embarazo, dentro del plazo que marca la ley y con un control sanitario, por unos motivos u otros.


Yo formo parte de una familia tradicional. Una familia numerosa y nunca daría mi beneplácito, para que una persona que está cerca de mí abortara. Pero no me gusta imponer, y creo en la madurez de una mujer que se encuentra en este tipo de tesitura.
El verdadero peligro de la familia tradicional, y ya hablo como miembro de una, esta en tres aspectos fundamentales, que resumiré con un caso particular que se puede llevar a la generalidad, pues el protagonista reune las condiciones para declararlo formalmente antifamilia.


Hace dos o tres meses, una persona de esas, que tienes que soportar a diario con la cortesía que debe subyacer de la convivencia, me contó un caso que había visto por televisión, y su forma de pensar al respecto me indignó tanto, que tuve con él, un debate bronco donde le explique que el verdadero peligro de las familias, era gente como él.
Se trataba de una familia, compuesta por el matrimonio y sus cinco hijos, que pedían trabajo urgentemente, porque su situación era tan mala, que habían tenido que pedir ayuda en Caritas y otras organizaciones para poder comer.
Lo que llamaríamos una familia tradicional, con un grave problema puntual. Mi jefe, por entonces, un hombre casado, de alrededor 50 años, sin hijos y militante con alguna pequeña responsabilidad en el Partido Popular, además de seguidor de las recomendaciones de la Iglesia e Intereconomia en materia de política, calificó a esos padres como Irresponsables.
Irresponsables, por formar una familia y tener que mantenerla gracias a los impuesto que él paga, cuando cada año le crujen en la declaración de la renta. Daba las gracias a la Iglesia, que a través de Cáritas ayuda a  esas familias y se preguntaba que sería de esos irresponsables, sin estas organizaciones cristianas.
Como si el monopolio del reparto del banco de alimentos que contempla el Plan Europeo de ayuda para personas necesitadas, fuera de esta organización. Sin quitar el más mínimo mérito por las personas que trabajan desinteresadamente en esta institución benéfica y la encomiable labor que desarrolla la misma, es obvio que hay muchas otras más organizaciones laicas, que podrían cubrir perfectamente el hueco de Cáritas, en caso de que no estuviera.


Pero me desvío del tema, como el Sr. Gallardón, y mezclo cosas que no vienen a cuento. Menos mal que no soy ministro. Cuando lo que quería explicar era los tres temas fundamentales por los que veo que peligra la familia, debido a esa violencia estructural, que el Ministro de Justicia ha achacado al aborto, y que nada tiene que ver.
Tres causas, que el individuo que llamó a unos padres irresponsables por tener hijos, reune alrededor de su carácter simplista y tendente a la falacia barata.


Irresponsables son los políticos como él, que pierden el tiempo en debates inútiles, ya superados, sobre el aborto, relentizando el sendero de la evolución y alejándose del verdadero fomento de la familia.
No se trata de centrar el foco de atención sobre la pequeña minoría que duramente decide abortar, intentando encima criminalizarlas. Se trata de incentivar a las familias con beneficios fiscales, sociales y laborales que de verdad haga atractivo crear una familia y cumplir con el más loable objetivo que un ser humano puede tener en la vida. Aquí, llevamos muchísimos años de retraso.
Legislar sobre una reforma laboral, donde se reduce el permiso de maternidad o paternidad, como la recientemente aprobada por el PP, sí es de irresponsables, pues eso sí que hace peligrar a las familias.


Como irresponsables, son los empresarios que discriminan a la mujer con salarios inferiores al del hombre y una actitud déspota que lleva a replantearse continuamente a sus trabajadoras, sí el tener un hijo, pueda significar la pérdida de su puesto de trabajo.
Pero además de políticos y empresarios sin escrúpulos, la tercera causa, tiene que ver con todos nosotros. Con la sociedad de nuestro siglo. Una sociedad que el consumismo desaforado, ha convertido en la sociedad del egoísmo tolerado.
La poca gana de aceptar la responsabilidad que conlleva tener hijos, da lugar a la falacia más extendida del momento y a un alarmante peligro, no solo de la familia tradicional, sino de la humanidad, tal y como la conocemos.
La argumentación errónea, de no tener hijos, hasta gozar de una buena posición económica, solo esconde la decisión cobarde de vivir a costa de nuestros caprichos. Por supuesto, es una decisión legítima y respetable, pero también un arma de doble filo, pues el final de la vida puede ser extremadamente duro por la soledad en la que puede llegar a recaer estas personas.
En cualquier caso, es una decisión, como otra, respetable, solo hasta que una persona como mi exjefe, falta el respeto, llamando irresponsables a quién sí tiene hijos. Entonces es el momento de actuar como actué y poner las cosas claras a quién reune todas las condiciones para convertirse en un irresponsable con la humanidad.


Por eso, aconsejaría al Sr. Gallardón que sea más comedido en sus conclusiones. Que argumente lo que dice y que esa argumentación parta de lo más profundo del problema.
Le aconsejaría que no vuelva a abrir, temas tan espinosos como el aborto, incitando a debates inútiles. Debates donde la Iglesia se siente fuerte, ya no solo ofreciendo su consejo a sus fieles, sino intentando instaurar sus ideas de forma autoritaria.
Instaría al Ministro de Justicia, a perseguir a los empresarios faltos de moral y a seguir trabajando, en el mucho camino que aún queda en la conciliación familiar y el trabajo.
Y le pediría un plan para fomentar e incentivar a las familia. Unas familias, que aunque gran parte de la sociedad piensa que no podrían mantener, sin apenas reflexionar en el asunto, lo cierto es que es tan solo cuestión de cambio de hábitos, valor y aceptación de la responsabilidad.
Bueno...y bastante paciencia para aguantar a personajes como mi exjefe, que sigue pensando que Hacienda se venga de él, por no tener hijos, cada año en su declaración de la renta, obviando que nosotros, las familias, somos quien a costa de nuestros impuestos diarios, vía IVA por ejemplo, contribuimos en mayor grado al erario público.


Por el derecho de las familias y por el derecho de decisión, más vale que el Gobierno de España, tenga en cuenta la verdadera violencia estructural hacía la mujer y se deje de nimiedades.

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