Otra huelga general más, y van cuatro en dos años. Más de la mitad del total de huelgas generales en los casi treinta y cinco años de periodo constitucional.
Esta vez, todo lo tengo más claro. Entre otras cosas porque estoy de descanso ese día, y no tengo que decidir sobre el dilema, que se me presenta desde hace cuatro años, en este tipo de situaciones, debido a mis convicciones personales, y los impulsos de mi corazón. Corazón y cabeza, que difícil convivencia.
En los últimos tres días de huelga general, no me uní a la convocatoria en ninguna ocasión, excepto aquel 29-S de 2010, en el que la situación estaba demasiado caldeada, y una cosa son las convicciones personales y otra la integridad física, porque intolerantes e integristas de pensamientos radicales y autoritarios, hay en todos lados. Lo siento cerebro, soy un cobarde y te falle.
Pero por norma general, soy fiel a mis principios. Unos principios que empiezan a tambalearse.
Hace algún tiempo, decidí no participar en huelga general alguna, convocada por los sindicatos mayoritarios.
En mis años de trabajo en una gran multinacional, observé la diferencia entre los trabajadores veteranos y los de la nueva generación, entre los que nos incluimos todos nosotros. Pienso que el principio de condición más beneficiosa, (recogido por la legislación laboral) tiene una laguna importante. Ha servido para amarrar los derechos adquiridos durante muchos años por los trabajadores, pero con los nuevos convenios colectivos firmados, he visto como los trabajadores que no tenemos contratos fijos, ni nos regimos por convenios antiguos, hemos ido perdiendo derechos muy esenciales, (retribución, ascensos, permisos), mientras que los trabajadores más antiguos, y en muchos casos menos motivados, mantenían otros derechos que consiguieron en épocas de bonanza, que a mi juicio son mucho más prescindibles, por el simple hecho de no firmar el convenio.
Esto ha hecho, que haya trabajadores de primera clase y de segunda, con el agravante de que entre medio hay una brecha muy importante, que ocasiona una desigualdad apabullante. Desde mi experiencia, creo que los sindicatos se han centrado demasiado en que no se recorten derechos adquiridos, en detrimento de la nueva generación. En mi opinión eso explica, la mala prensa de los sindicatos, y la poca acogida que tienen las últimas huelgas convocadas.
En definitiva, y a lo que iba, con la que está cayendo mi parte rebelde me invita a unirme a la huelga, pero mi parte reflexiva me dice que sea fiel a mis principios. Menos mal que en esta ocasión, las circunstancias me sonríen y aprovechando que tengo día libre, y los sindicatos que se han distanciado de mí y de toda una generación, preparada, motivada y maltratada, no podrán compatibilizarse mi opción como una victoria suya, haré caso esta vez a mi corazón, que últimamente lo tengo demasiado olvidado.
Por que razones hay, y muchas, para echarse a la calle. Es la única manera de mostrar el malestar a unos políticos que si la huelga no es masiva, dirán que la mayoría silenciosa, entiende sus medidas.
Reflexiones sobre la historia más importante; esa que estamos escribiendo en estos momentos. La historia que vamos a legar y en la que viviremos el resto de nuestros días.
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