De Burgos, recuerdo la impresionante
portada de su catedral y la cara de asombro del camarero, al pedir que me
sirviera un café solo con hielo, en una fría mañana de invierno (que por esas
tierras son palabras mayores) cierto día que iba de paso hacía San Sebastián.
Ahora también conozco, que existe un barrio obrero llamado Gamonal. Un barrio
como el suyo o el mío, de gente normal, que sufre las consecuencias de las
múltiples crisis que azotan nuestro país. Pero como en su barrio o como en el
mío, esa gente lucha por seguir adelante, resignada ante lo que no pueden
controlar buscando soluciones a todos los problemas que dificultan su día a
día. He leído incluso, que es costumbre en el barrio dejar los coches en doble
fila sin el freno de mano puesto, para en caso de molestar la salida de uno de
los escasos aparcamientos, de otro conductor, este pueda desplazar el coche con
un simple empujón. Un barrio como digo,
no muy diferente a cualquier otro. Un barrio de gente que a pesar de la que
está cayendo ha demostrado, como en la mayor parte de este país, unas dosis de
civismo propias de una sociedad de la que se puede presumir, aunque los últimos
sucesos nos puedan crear dudas sobre ello.
Evidentemente, no soy la persona más
indicada para opinar si en la calle Vitoria de Burgos, es necesario un bulevar
o no. Pero el estallido social de los vecinos a los que si les va a afectar en
su vida diaria, me invita a reflexionar sobre lo que se esconde tras las
protestas y los disturbios con el fin de evitar esas obras.
En las últimas manifestaciones de
Burgos, con disturbios y actos vandálicos incluidos, creo que no se dirime el
arreglo de una calle. Para mí representan la tensión acumulada a lo largo de
tantos años de crisis política, económica o social, por personas normales que
viven en barrios normales. Representan el hartazgo de la sociedad, cansada de
ver a sus políticos realizar obras monumentales, con el ruin pretexto de dar
trabajo, por el simple hecho de contentar a ciertos acreedores con los que
están en deuda. Se puede hablar de aeropuertos, tranvías, construcciones sin
utilidad aparente, planes E o bulevares. Esas manifestaciones espontáneas muestran como
la gente de a pie ha entendido, que la economía de un país, no se puede
sustentar en la construcción, mientras sus gobernantes siguen esclavos del
cariño que reciben, a través de donaciones y esas cosas, de ciertas empresas
constructoras que esperan recibir la misma dosis de cariño, a través de
adjudicaciones fraudulentas, irregulares o de escasa necesidad.
Esas manifestaciones, han ido
acompañadas de actos vandálicos, como la quema de cajeros y la rotura de
cristales de entidades bancarias. Alguien duda, que esa reacción visceral que
hay que denunciar lógicamente, no se corresponde al sentimiento general, de que
son las entidades financieras las facilitadoras de esa connivencia
empresario-político. Alguien duda, de la escasa ética del, rescatado por todos
nosotros, sector financiero, que en muchos casos ha rozado la ilegalidad.
Podemos hablar de preferentes, clausulas suelo o desahucios para cerrar
viviendas por el mero hecho de la especulación. Pero es evidente, que esos
ataques se corresponden a la ira almacenada de tanta gente, que ven sueldos
millonarios a los directivos que han provocado sus precarias situaciones.
Nosotros, los que vivimos en el mundo
real y administramos nuestros escasos recursos, tenemos un límite. No es
comprensible que un ayuntamiento como el de Burgos, con una deuda de 450 millones
de euros y un polígono embargado, se vaya a gastar una ingente cantidad de
dinero, para favorecer a la empresa que además de construir el bulevar, va a
vender las plazas de garaje a los vecinos.
La gente del barrio de Gamonal, está
harta de que los políticos dificulten su presente, mientras hipotecan su futuro.
La sociedad necesita ser más exigente con sus gobernantes, más exigentes con su
democracia. Necesita hacer valer ese derecho fundamental, de que la soberanía
reside en el pueblo, y para ello es necesario implicarse en los asuntos
públicos y demostrar que un voto no es un cheque en blanco. Demostrar que una
sociedad cívica y madura como la española, puede y debe participar en las
decisiones que les afecten. Puede y debe
exigir a sus gobernantes más transparencia, más honradez, más ejemplaridad…..más
y mejor democracia.
Desde aquél 15M, lentamente algo está cambiando y en ese despertar de una sociedad
exigente, yo quiero estar, independientemente si es necesario un bulevar en
Burgos o un tranvía en Jaén.
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