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sábado, 9 de febrero de 2013

Esperpentos de una España decadente

Hace tiempo decidí participar en política de la forma más cobarde posible, simplemente siendo un elector exigente.
Desde entonces crítico lo que me parece, siempre con respeto y a veces con buenas formas, agradezco su labor a los buenos políticos, que los hay, y censuro a los malos. Que le vamos a hacer. Pertenezco a esa clase privilegiada de personas preocupadas por la política que desde la comodidad de no ser leales a ningún partido, decidimos las elecciones. Algunos nos llaman los indecisos. Aunque bien podríamos ser, los desterrados de la verdad absoluta.
Y es que ya lo escribió Galdos en sus episodios nacionales: ''Nuestra existencia no es más que un tejido de errores, y que gran parte del tiempo que vivimos lo empleamos en la necesario rectificación de juicios y creencias'' Montes de Oca.
Vivimos atormentados por nuestras preguntas, y no defendemos ideología alguna, por considerarlas pura teoría, que llevadas a la práctica se colapsan.
Por eso desde nuestra comodidad, elegida libre y legítimamente, como ciudadanos de derecho de este país, es más fácil observar la deriva de los acontecimientos que se suceden vertiginosamente en España, desde un punto de vista más libre y neutral, y más fácil también asustarnos por todo lo que está aconteciendo.

Esperpéntico. Esa es la palabra. Llevamos años asistiendo a una grotesca obra de ficción política más propia de la imaginación de Valle-Inclan, en el género literario que tan bien cultivo.

Porque un esperpento es, qué en Andalucía se haya destinado el dinero para los parados, a putas y cocaína por cuenta del director de empleo de la Junta. Grotesco es que esos documentos lleven la rúbrica del actual Presidente de la comunidad, y del principal partido de la oposición.
Un esperpento es, que un miembro de la Casa Real, bien dotado según sus firmas, se haya beneficiado de la mayor trama corrupta organizada por políticos en este país. Es esperpéntico, que esa trama haya sido orquestada por el tesorero del partido que gobierna, y que toda la cúpula gobernante de España esté en entredicho por enriquecerse ilegalmente, gracias a sus cargos.
Un esperpénto es, que a los ciudadanos nos tomen por subnormales, diciéndonos que nos van a enseñar la declaración de la renta. Como si se les estuviera acusando de no haber declarado sus ingresos legales.
Esperpéntico es, como ha degenerado la palabra lealtad a lo largo de los años. Ahora está de moda ser más leales a las personas, aún a riesgo de inmolarnos, que a los partidos políticos. El juego infantil del ''tú más'' se impone a la seriedad de los hechos, y al viejo dicho de que “Si no la sacas del cesto, la manzana podrida estropeará todas las frutas”.  Al menos, eso entiendo por lealtad.
Es un esperpento, que aquí no dimita nadie. Se abusa de la presunción de inocencia con total impunidad, olvidando la responsabilidad política. La ejemplaridad de un alto cargo público.
Hoy mismo ha dimitido la ministra de educación alemana, por sospechas sobre plagio de su tesis doctoral. Se declara inocente, como no puede ser de otra manera, pero su responsabilidad política, nada tiene que ver con el derecho de defensa y su presunción de inocencia. Aquí no. Aquí, lo que se lleva es esconderse detrás de la presunción de inocencia, ya lo hizo Jaume Matas, o todo el entramado Filesa en otros tiempos, para ganar tiempo en el cargo y planificar el futuro después de la política a través de las influencias ganadas.

Desde que Vicente Albero, dimitió por no hacer bien su declaración de la renta, y eso que era economista, aquí se dimite por irse de cacerías con amiguetes, y ese tipo de lindeces, pero ni un alto cargo más ha cesado de su cargo público por usar el erario público para su propio beneficio. Y eso que España está declarada en los mismos niveles de corrupción que Bostwana, nada menos.
Bueno, el ministro de Aznar, Manuel Pimentel si lo hizo en el año 2000, luego que se descubriera que 2.000 millones de pesetas, fueron a parar a la empresa de la esposa de su director de migraciones. Todo un ejemplo digno de elogiar, pues ni el mismo estaba implicado.
Una historia digna de una novela, que bien podría titularse, ''El extraño caso del político que dimitió''

Esperpénticas son nuestras instituciones. Todas politizadas. El milagro de las Cajas de Ahorro, algo de lo que España se podía sentir orgullosa, fracasado por dejarlas en manos de políticos. El banco de España politizado que no regula nada. La Comisión Nacional de la Competencia, que sigue sin funcionar, por exceso de intereses políticos. El tribunal de cuentas que permite a los partidos campar a sus anchas por financiaciones ilegales. Pero claro, como van a controlar las cuentas de los partidos políticos que los mantienen. Auditorías de 20 años, realizadas en una semana. La constante vinculación del poder judicial al legislativo y ejecutivo, más propio de una dictadura, que de un Estado Constitucional.

Esperpéntico todo. Y aquí no dimite nadie. Prefieren pensar en conjuras, conspiraciones periodísticas orquestadas por la oposición y esas cosas tan peliculeras, que se esfuman con el paso del tiempo, según la justicia avanza lentamente, como de costumbre.

En fin.......





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