No me atrevería a asegurar, si el
siempre lúcido eurodiputado de UPyD, Fernando Maura lleva razón en esta ocasión, cuando afirma que “Albert Rivera es el futuro”. Pero lo que me queda claro, es
que Rosa Díez y sus palmeros son el pasado. Forman parte de una casta política
(con el permiso de Pablo Iglesias, y advirtiendo que no me consideren parte de
SUS ciudadanos) que se resiste a aceptar
la realidad que vemos los mortales. Esa casta; en este caso más grave porque
intenta vender regeneración, que aislada en su burbuja se aferra a los sillones
ganados en circunstancias muy distintas a las actuales esperando que pase el
temporal.
Nunca fui de los que abandonan el
barco, en la primera fuerte marejada que lo sacude, mucho menos cuando el
temporal me pilla a tantas millas náuticas de distancia, pero si un día aposté
por dedicar mis ratos libres en trabajar para defender el ideario de UPyD, no
lo hice precisamente por simpatías hacía personas o colores, lo hice porque
pensé que ese ideario representaba gran parte de mis ideales. Muy parecidos,
por cierto a los que representa Ciudadanos.
Es por ello, que ni me planteó dejar de defender esas ideas regeneradoras de la
democracia que buscan la separación absoluta de los poderes públicos, la
eficiencia en la administración o las reformas sensatas alejadas de cualquier
componente ideológico, lo que no estoy tan seguro es a través de qué marca
comercial. Hasta ahora UPyD no me ha dado motivos para pensar que se alejan de
estas y otras líneas de trabajo, pero cuando UPyD empieza a ser un problema para
UPyD permítanme que dude de su capacidad para ponerlas en práctica, de la única
manera que se pueden poner en práctica; adquiriendo más representatividad en
las instituciones. Sea con un 9 en transparencia o con un 10. Sea con personas;
como quien suscribe estas líneas, sin pasado político, o con personas que han
formado parte de partidos nacionales, regionales o locales y que han decidido
como todo hijo de vecino, aceptar los ideales que representan ambas formaciones
y someterse a sus Estatutos, ya sean públicos o estén guardados en algún cajón
de un despacho. Perderse en esos detalles, es hacer políticas de aldea. La
actualidad requiere valor y altura de miras.
Uno de los principales problemas
de este país; en mi humilde opinión, es que está lleno de charlatanes, que
hablan, opinan y proponen sobre cosas que tienen demasiado lejos (aunque la
televisión nos diga lo contrario) mientras son incapaces de pasar a la acción
en todo aquello que les rodea. Por ese motivo nunca me he tomado muy en serio
lo que pasa en las altas esferas, porque considero que todos mis esfuerzos se
deben orientar a aquellas cosas en las que mi trabajo pueda influir. Por lo
tanto, desconozco los motivos por los que se han interrumpido las negociaciones
entre UPyD y Ciudadanos, que se habían iniciado para buscar formulas con las
que no hacerse la competencia en futuras elecciones entre las personas que
creemos en esas ideas que ambas formaciones defienden. Solo han llegado las
versiones oficiales de los dos partidos políticos, y evidentemente ninguna hace
autocritica.
Ciudadanos y UPyD, han
decepcionado a todas las personas, que más allá de actuar como hooligans que
defienden unos colores o aduladores de ciertos mesías, creemos y trabajamos por
cambiar el negro panorama político de este país, donde la única alternativa
visible al bipartidismo estructuralmente corrupto, es el populismo falaz de
ideas extremistas. Tal vez, estemos perdiendo la oportunidad de articular una
vía sensata, que respete la legalidad y que planteé un cambio constitucional
sin denostar la Carta Magna, que nos ha aportado tantas décadas de estabilidad.
Hoy, esas personas nos sentimos desamparadas, y aunque sigamos contra viento y
marea, defendiendo esos ideales, notamos como nuestro barco zozobra, porque los
capitanes que dirigen esos barcos no están a la altura, y se pierden en hacer
políticas de aldea.
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