Que las redes sociales se han
convertido en un arma de destrucción masiva, es un hecho impepinable. A los hechos
me remito. En estos mismos momentos, en cualquier lugar del mundo, cualquier
nacional de cualquier país occidental con ideología islamista se está
radicalizando a marchas forzadas a través de las redes sociales. Un proceso
breve, que de no ser evitado por los cuerpos y seguridad de cada país, deriva
en uno o varios fanáticos terroristas, dispuestos a cualquier clase de tropelía
en nombre de lo absurdo, con el único objetivo de dañar nuestra forma de vida,
nuestros usos y costumbres o simplemente a nosotros mismos. Paris, Niza,
Berlín, Estocolmo, Orlando, Bruselas, Londres, San Petersburgo y tantos otros
atentados perpetrados durante los últimos años, donde el autodenominado Estado Islámico
asume la autoría de unos hechos, ejecutados por los idiotas a los que ha
engañado a través de las redes sociales.
Eso, en el 11S no pasó, como
tampoco en los atentados de Madrid y Londres de los años 2004 y 2005. Por
entonces, las redes sociales no existían, y este tipo de acciones requerían de
personal más especializado, más adoctrinado y más idiota si cabe, pues sabían
que iban a una muerte segura en una acción con un claro punto de no retorno.
Eran los antiguos comandos terroristas, que debido a su entramado organizativo
y financiero eran más fáciles de combatir. Ahora, el Estado Islámico, sirviéndose
de estos idiotas mantiene una clara superioridad en ese aspecto frente al
Estado de Derecho, pues este tipo de acciones terroristas llevadas a cabo por
sus nacionales o residentes, en muchos casos integrados en la sociedad, y sin necesidad de grandes preparativos son
imprevisibles. Pero no solo en el Islam existen los idiotas. La destrucción
masiva más notable que provoca las redes sociales, es en el ámbito intelectual
y ahí metámonos todos.
Las redes sociales, son las
responsables de lo que se puede llamar el Imperio de los Idiotas. Ese periodo
comprendido desde que estas se masificaron, hasta quién sabe cuándo. Por hablar de forma general, como sociedad,
podemos agradecer a las redes sociales, que en un momento histórico donde la
información, toda, está al alcance de nuestras manos a través de la red, seamos
las personas más desinformadas que han pisado este planeta. Y no me refiero a
los medios de comunicación poco objetivos, que ofrecen la información sesgada
atendiendo a sus criterios ideológicos concretos. Eso ha existido siempre y
frente a ello está la virtud de escuchar o leer a la otra parte y sacar unas
conclusiones propias, que se puedan argumentar correctamente. Me refiero a la
cultura del titular. Son las redes sociales, las culpables de imprimir un ritmo
a la información nunca visto, que hace que triunfen los grandes titulares
compartidos masivamente, sin que apenas dediquemos unos minutos a destripar
toda la información que recoge una noticia.
Mucho más grave aún es la
difusión de noticias falsas, compartidas hasta la extenuación y publicadas por
plataformas de dudosa reputación, con fines que se escapan a mi raciocinio. Publicidad
insertada en los enlaces, virus, robo legal de datos personales…ni idea.
Facebook, ha contribuido a nuestra idiotez,
hasta tal punto, que pensamos que por escribir AMEN, se curan enfermedades o
vamos a mejorar la vida de miles personas afectadas por cualquier enfermedad,
cuando desde hace siglos se sabe que recursos e investigación es el único atajo
que existe para tratar las enfermedades. Los tuiteros y youtubers alimentan su exacerbado
ego en una competición donde solo importa el número de seguidores. Da igual si
el contenido es de calidad, si los seguidores son reales o “trolls” adquiridos
a bajo precio en el mercado. Da igual si
lo que se dice es verdad o mentira. Lo único importante es provocarnos,
distraernos o ilusionarnos gratuitamente, para que nosotros, idiotas todos, sigamos
un juego donde solo se persiguen ciertos intereses particulares. Algunos, hasta
han hecho carrera política sin programa electoral conocido.
Pero la sociedad idiotizada por
las redes sociales necesita de paladines de la idiotez. De personas que
sobrepasen el límite de lo más idiota conocido para ser aclamados por unos
pocos admiradores en beneficio de su ego o de su cuenta corriente. Todos
conocemos al famoso “caranchoa” y algunos otros de su calaña, pero los hay más
idiotas todavía, incluso superando lo deleznable. Y son los que cometen delitos
mientras los difunden por las redes sociales. En la cumbre de todos ellos,
están los asesinos on-line, que
retransmiten sus crímenes en directo por Facebook, como recientemente ha pasado
en EEUU. Pero como “EEUU is different” prefiero quedarme con las deleznables
idiotices patrias.
El exceso de utilización del
sacrosanto derecho de la libertad de expresión que se da en las redes sociales,
es un tópico en este país. Aunque esa opinión sea una gilipollez o atente
contra la dignidad de personas por su ideología, género, raza, religión, incluso
gustos “artísticos”, o lo que es más grave, insulte a las víctimas del
terrorismo. Como un tópico son los videos subidos por conductores kamikazes, algunos de ellos protagonizados por miembros
de la policía. Pero aún existen casos más despreciables que se multiplican en
este reinado del idiotismo.
Recuerdo aquel canalla, que grabó
su agresión por la espalda en Barcelona, a una chica mientras estaba parada en
un paso de peatones, para más tarde colgar el video en sus redes sociales. (Pensaría
el muchacho en su mundo machista y primitivo que hacía gracia más allá de la
gente de su tribu virtual)
Y por qué no recordar, a los sinvergüenzas
progenitores de la niña Nadia o al payaso de Paco Sanz y su grupo teatral, que
a través de las Redes Sociales han aprovechado enfermedades más o menos
extrañas para crear sus negocios particulares y ganar dinero a costa de la
buena voluntad de la gente. Estafadores ambos, que se han servido de
periodistas, también idiotizados por las redes sociales, que les han cedido
espacios en prime time dando
verosimilitud a estas historias, sin cumplir con la función básica de un
periodista, la de contrastar la información que les llega, pues como luego se
ha demostrado, los argumentos de los estafadores eran insostenibles ante la
opinión de cualquier experto en la materia.
Las redes sociales, con todas sus
virtudes y utilidades primigenias, se han convertido en lugares inhóspitos,
desagradables. Lugares que fomentan el culto al ego y donde las imágenes han
sustituido a las palabras. Los lemas a las opiniones razonadas.
Sin embargo, aquí estamos. En las
redes sociales, haciendo un uso moderado de ellas e intentando hacer justicia,
a favor de tanta y tanta gente que seguro no se deja idiotizar por este funesto
y a la vez necesario invento. Seguro que usted, es de esas personas con las que
yo quiero compartir mis redes sociales, independienteme
nte de que esté de
acuerdo o no con lo que digo, ya que si ha llegado leyendo hasta aquí, usted es
parte de la resistencia del Imperio de los Idiotas. Y aquí estaremos, por lo
menos hasta que estas megaempresas que controlan las redes sociales, paguen
impuestos proporcionales en todos los países donde obtienen beneficios.
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