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viernes, 15 de septiembre de 2017

No es democracia. Es delincuencia

Después de manifestar sus intenciones de incumplir las sentencias del Tribunal Constitucional. Después de corromper de forma perversa, sus propias instituciones autonómicas, con los vergonzantes plenos del 6 y 7 de septiembre. Después de dar a entender al mundo que están por encima del bien y del mal. Después de todo eso, dicen los actuales arquitectos del separatismo catalán, que sus actuaciones están legitimadas por una norma superior; La Declaración de los Derechos Humanos, firmada por España, donde se recoge el derecho de autodeterminación de los pueblos. Espero que antes del 1-O se pongan a cubierto, porque esta obra de retorcida ingeniería jurídica se les va a caer encima.  Cataluña, ni es un pueblo oprimido, ni una minoría étnica, ni mucho menos un pueblo colonizado. Cataluña es un territorio que siempre ha formado parte, de lo que hoy conocemos como España, participando activamente en los vaivenes históricos que han ido conformando nuestro país.

Si los guanches levantaran la cabeza, creo que su asombro e indignación se mezclaría con risas….muchas risas, ante el ridículo que están haciendo los arquitectos del separatismo catalán. Que les pregunten a ellos lo que es una minoría étnica, un pueblo  oprimido. Ellos sí sabrían explicar como la colonización castellana se llevó por delante todo vestigio de su paso por el mundo. Eran otros tiempos y Castilla entró como elefante en cacharrería en sus islas, eliminando para siempre su civilización. Gracias al pueblo canario, por saber dejar atrás aquellos episodios traumáticos vividos por sus ancestros en la Edad Media y comprender que, aunque plurales,  juntos somos mejores.

Los nuevos arquitectos del separatismo catalán, en cambio siguen los pasos de sus antecesores, pero con una actitud más cínica. Su buen rollo es muy preocupante. Nos intentan vender el hipotético Referéndum del 1 de octubre y su inmediata Ley de Transitoriedad - dos ilegalidades manifiestas y declaradas como tal por el Tribunal Constitucional- como un ejercicio legítimo, máxima expresión de la democracia con una calma, una paz, una tranquilidad y unas sonrisas, que solo imaginaba a los trastornados mentales. Parece que viven en una realidad paralela, donde lo demócrata es lo que sale de sus narices, los importantes apoyos internacionales son dictadores, terroristas y prófugos y el miedo al ridículo es un concepto españolista, que en Cataluña no existe (dedicado al experto en ridículos Gabriel Rufián) .

Su nueva estrategia es robarnos con una sonrisa de oreja a oreja. Robarnos la paz, la estabilidad, la democracia y el sentido común que tanto nos ha costado conquistar y que solo lo conseguimos con la Constitución de 1978. Porque la máxima expresión de la democracia, es cumplir las leyes y acatar las sentencias. Por debajo de esa máxima democrática, hay otras muchas cosas, como puede ser la participación política para cambiar, mediante los cauces establecidos, aquellas leyes que no nos gustan.

Lamentablemente en Cataluña, ciertos sectores políticos, apoyados por asociaciones financiadas por ellos, con dinero de todos los españoles y algunas empresas corrompidas por el famoso 3%, y medios de comunicación totalmente adoctrinados han creado un monstruo que va a ser muy difícil parar. La falacia independentista, se lleva gestando en Cataluña desde hace 40 años. Cuatro décadas, donde se ha creado un relato sesgado de la historia, aliñado con buenas dosis de victimismo y cierta superioridad moral. Un relato difundido en un ambiente pueblerino y estrecho, que han comprado cientos de miles, sino algún millón de catetos y catetas. Que si. Que en Cataluña también hay catetos, y algunos llevan corbatas. Existen los catetos, por haber nacido y/o vivido en pueblos de la España rural, como es mi caso. Pero también existen catetos de mente estrecha, que no ven más allá de sus narices, y tienen la misma capacidad crítica y reflexiva que un mono.

Este hecho pone de manifiesto, algo obvio y con lo que la gran mayoría de la ciudadanía española estaría de acuerdo. La Constitución del 78 sirvió para lo que sirvió. Dejar atrás un régimen dictatorial y totalitario de más de 40 años, para pasar a una democracia imperfecta pero democracia, sin grandes traumas sociales. Tal vez sea hora de reformarla, de adaptarla a las nuevas realidades, y entre esos múltiples asuntos que debieran ser debatidos, incluso se podría incorporar la organización territorial del Estado, para definir bien las diferentes regiones y comunidades que conforman España, así como sus funciones y competencias, e incluso el llamado derecho a decidir. Hasta entonces, todos somos súbditos del imperio de la ley.

Pero me temo que mientras esto sucede, de aquí hasta que el Estado de Derecho y el sentido común se impongan, nos tocará seguir sufriendo las argumentaciones aberrantes de quien nos quiere robar un trozo de España, sus esperpénticos shows y el enaltecimiento de sus catetos más insignes. Solo espero, que hasta que llegue ese momento, la fractura social que han creado los arquitectos del independentismo catalán, no se vaya de las manos. El clima de tensión generado por quienes quieren saltarse la Ley en Cataluña, puede derivar en situaciones violentas, y eso no es deseable. No obstante, por ahí anda la CUP y sus cachorros para truncar mis esperanzas, quemando banderas y llamando a la desobediencia. Duros momentos le esperan a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, a los que solo podemos mandar nuestro apoyo en su tarea de hacer cumplir la ley.

Pobres catalanes insignes de verdad. Tan cultos, tan abiertos y universales. Tan orgullosos y tan catalanes. Silenciados por una manada de catetos. No puedo terminar sin recordar a Josep Pla. El gran divulgador de las costumbres y tradiciones locales. Auténtico motor de la lengua catalana en el mundo, y el autor más leído en catalán de todos los tiempos. El autor de una frase, que desde que la escuche en una entrevista que concedió en 1976, y circula por Internet, no se me ha borrado de la cabeza.

“El catalán es un ser que se ha pasado la vida siendo un español al 100% y le han dicho que tiene que ser otra cosa”

Josep Pla.




                                                           

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