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viernes, 13 de marzo de 2020

¡Emigrantes somos todos, oiga!


Después de ocho años conociendo al colectivo; los cuatro primeros como voluntario y el resto como técnico de AJIER, interviniendo directamente en sus casos particulares y ayudando tanto a emigrantes como a retornados en sus diversas problemáticas, creo entender lo suficiente la realidad global del colectivo, tan heterogéneo en muchos aspectos, como similar en sus aspiraciones, sentimientos y anhelos. Y es de eso de lo que voy a hablar.

Está claro que la emigración española del siglo XXI, no tiene nada que ver con la del siglo pasado. Hoy, los medios de transporte son más rápidos y eficientes, creando así conexiones entre el país de acogida y España mucho más fáciles de transitar. Los medios de comunicación e información se han universalizado tanto, que cualquier emigrante español puede estar informado de los acontecimientos que suceden en su país desde su teléfono móvil. Además, ese propio teléfono móvil permite al emigrante, una rápida y directa comunicación con familiares y amigos a través de una infinidad de herramientas, más allá de la llamada telefónica. España, ha cambiado tanto en el último medio siglo, que hasta a nuestros compatriotas se les percibe en otros países de una manera muy  distinta a como se les percibía antaño. Atrás queda la imagen del españolito atrasado, que tan bien reflejan, películas de la época como “Vente a Alemania, Pepe” o más actuales como “Un Franco, 14 Pesetas”.


Pero lo cierto es que nuestros emigrantes, al igual por cierto que el resto de migrantes del mundo, persiguen las mismas aspiraciones, comparten los mismos sentimientos y sueñan con los mismos anhelos.

La inmensa mayoría de personas que toman la decisión de emigrar, lo hacen movidas por la legítima ambición de progresar.
Algunas entenderán ese progreso como el aprendizaje de idiomas o el aprovechamiento de ofertas de trabajo interesantes para su carrera laboral. En España son muchas esas personas, y representan el perfil del emigrante que gracias a programas televisivos como “Españoles por el mundo” se ha impuesto en nuestra percepción del colectivo.
Pero no podemos olvidar a esa parte del colectivo emigrante, tan numerosa o más que la anterior –especialmente en nuestra provincia- cuya aspiración más inmediata es tener un sueldo y sacar adelante a su familia, que en muchos casos queda en España. Es un grupo que conozco bien, pues yo mismo formé parte de él, cuando en 2010 la crisis económica en España y mi precaria situación, me obligó a emigrar a Francia dejando atrás a esposa e hijos.

Es curioso como cuando hablas con la inmensa mayoría de los emigrantes, como todos manifiestan los mismos sentimientos y las mismas sensaciones que yo tuve.
Esos inicios dulces, cuando empiezas a conocer el entorno, a descubrir el lugar en el que vas a vivir, sus oportunidades y sus más ínfimas cotidianidades.
Ese proceso de adaptación que empieza a las pocas semanas de llegar, algo más duradero en unas personas que en otras, dependiendo de muchos factores, entre ellos el nivel lingüístico que tenga cada persona con respecto al idioma que se hable en el país de acogida.
  
La asunción de la realidad, una vez que has pasado la adaptación, integrándote en la vida cotidiana como uno más, aunque con diferencias palpables del resto de la gente que te rodea y es oriunda del país. Diferencias, que a veces solo salen a relucir en la intimidad, como cuando lloras mirando la foto de tu hija mientras conduces para llegar al trabajo cada mañana y piensas que está a miles de kilómetros.
Y finalmente, una vez integrado, ese sentimiento de desarraigo asumible pero latente que con el paso del tiempo se va haciendo cada vez más importante y que implica un pensamiento constante en tus raíces, en tu tierra, en tu familia y amigos. Ese pensamiento puede derivar en el retorno en muchos casos, siempre que se den las condiciones necesarias para dar ese paso, pues no es fácil dejar otra vez atrás la vida que has trabajado durante tanto tiempo, para volver a un lugar que amas pero, imaginas, puede ser que ya no sea el tuyo.

En mi caso, esta última etapa la sufrí poco tiempo, ya que en 2013 tuve que retornar a España, obligado por algunas situaciones personales y familiares que no se podían postergar. A pesar de retornar sin ninguna condición favorable para hacerlo, tuve mucha suerte de conocer a Christian, entonces técnico de AJIER y hoy miembro de la Junta Directiva y voluntario, que de forma desinteresada me ayudo en lo inmediato y lo más importante, me abrió las puertas de AJIER para desde el voluntariado yo pudiera aportar mis conocimientos y mi experiencia en pro del colectivo. Posiblemente, Christian sea a la persona que más debo en esta vida, después de mis padres. Y no sé si algún día podré pagarle como merece, la estima y el aprecio que le tengo.

Finalmente, el deseo de retornar llega a todo el colectivo, tanto a los emigrantes de oportunidad, como a los emigrantes de necesidad. Unos llegarán a cumplir ese anhelo y otros por diversas razones, principalmente económicas o familiares, no lo conseguirán. Pero repito, TODOS tienen el derecho de poder, al menos, soñar con el retorno, a pesar de la problemática económica, social o laboral que eso les podría conllevar.

Escribo todo lo anterior, porque en los días que redacto estas líneas – principios de marzo de 2020- están surgiendo una serie de notas de prensa al respecto de los planes del nuevo Ministro de Migraciones, José Luis Escrivá, al respecto de las personas migrantes bastante preocupantes, desde mi punto de vista, y que reflejan en cierto modo, el daño que la televisión ha ocasionado en la percepción de nuestros emigrantes en España. Parece que todos son del perfil <<  españoles por el mundo>> y nada está más lejos de la realidad. Eso lo sabemos bien en las asociaciones que llevamos décadas trabajando con el colectivo.

Por un lado, el nuevo ministro sugiere la necesidad de la entrada al mercado laboral español de miles de inmigrantes y propone facilitar su incorporación, por el bien del futuro de las pensiones. Evidentemente, no seré yo quien cuestione esa medida y manifieste su total apoyo a que las personas se muevan libremente, buscando su prosperidad en el lugar que consideren oportuno, trabajando legalmente y aportando a la sociedad que las acoja su colaboración y esfuerzo. En Francia fui recibido con los brazos abiertos y en España recibiré con los brazos abiertos.

Pero por otro lado, en estas notas de prensa, el ministro Escrivá pone en cuestión los programas de atención a los españoles en el exterior y duda sobre la necesidad de colaborar económicamente con los centros de españoles en el exterior, que en muchas ocasiones suponen la ayuda más directa o el vínculo más estrecho que España puede ofrecer a sus nacionales fuera de sus fronteras.

Si a estas informaciones sumamos, el voto rogado o que los planes y medidas que se están desarrollando o están en vías de desarrollo en las distintas instituciones, para favorecer el retorno de españoles en el extranjero, hacen constantemente alusiones a lo que en política se llama “talento”, circunscribiéndose este, a la posesión de estudios universitarios, nos queda una visión del retorno demasiado clasista y un país que piensa muy poco en sus ciudadanos en el exterior.

Un panorama al que tenemos que hacer frente como asociación. Levantar la voz por los trabajadores y trabajadoras españolas del sector servicios en Reino Unido, de la construcción en Países Bajos y Suiza, los choferes de autobuses o los jóvenes acogidos en Alemania con el programa MobiPro con sueldos miserables que ahora al menos tienen un puesto de trabajo en la industria o los trabajadores agrarios que después de varias campañas en Francia han terminado por quedarse en empresas que les dan jornales casi todo el año (y de estos trabajadores en la provincia de Jaén tenemos miles) Personas que conocemos en AJIER con nombre y apellidos, y que tuvieron que emigrar por pura necesidad. Algunas con títulos universitarios, otras no. Personas de diferentes niveles culturales. La mayoría con escasos recursos y dificultad para comunicarse con sus familiares en España – todavía recuerdo con cariño mis paseos por las calles y plazas de Tonneins buscando una red Wifi pública para poder conectarme a Internet y leer los mensajes en mis redes sociales-. Personas que en muchos casos no figuran en las listas de emigrantes, porque ni tan siquiera están registradas en el PERE o en el CERA, bien por desconocimiento o por encontrarse a cientos de kilómetros del Consulado más cercano.

Todas estas personas también tienen “talento”. El talento que puede otorgar los contactos con empresas del extranjero, los idiomas o el propio conocimiento y experiencia en materias organizativas y metodologías de trabajo aplicadas fuera de España. Todas estas personas, también necesitan que su país piense en ellas y les facilite el retorno en caso de que ese sea su deseo.

Ocho años conociendo al colectivo, me otorga cierta legitimidad para hacer algo que no suelo hacer…aconsejar.

Aconsejar a los legisladores que piensen en todos los españoles fuera del país. Que todos deben ser bienvenidos. Que legislar para favorecer el retorno del “talento” está muy bien, si eso lleva consigo otra serie de medidas que de forma integral, favorezcan el retorno en general. Desde el Gobierno de España, pasando por las Comunidades Autónomas, Diputaciones y los propios Ayuntamientos se puede hacer mucho por los emigrantes españoles en el extranjero y por los retornados, pero es necesario conocer bien al colectivo y para esa tarea siempre encontrarán a las asociaciones de emigrantes y retornados, que son las entidades que desde hace décadas trabajan con él. Que eviten caer en los estereotipos creados por la televisión sobre la emigración y piensen que emigrantes somos todos y todas.



1 comentario:

Baecula dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, quizás la mayoría de las veces, la política se rige por cánones poco claros, otras por desconocimiento, o por la poca pericia del lesgilador. En cuanto se tenga en cuenta nuestros derecho, como un voto más, todo cambiaran y nos escucharan, por esos hay tantas trabas burócratas y otras. Un saludo.

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