Después de ocho años conociendo
al colectivo; los cuatro primeros como voluntario y el resto como técnico de
AJIER, interviniendo directamente en sus casos particulares y ayudando tanto a
emigrantes como a retornados en sus diversas problemáticas, creo entender lo
suficiente la realidad global del colectivo, tan heterogéneo en muchos
aspectos, como similar en sus aspiraciones, sentimientos y anhelos. Y es de eso
de lo que voy a hablar.
Está claro que la emigración
española del siglo XXI, no tiene nada que ver con la del siglo pasado. Hoy, los
medios de transporte son más rápidos y eficientes, creando así conexiones entre
el país de acogida y España mucho más fáciles de transitar. Los medios de
comunicación e información se han universalizado tanto, que cualquier emigrante
español puede estar informado de los acontecimientos que suceden en su país
desde su teléfono móvil. Además, ese propio teléfono móvil permite al
emigrante, una rápida y directa comunicación con familiares y amigos a través
de una infinidad de herramientas, más allá de la llamada telefónica. España, ha
cambiado tanto en el último medio siglo, que hasta a nuestros compatriotas se
les percibe en otros países de una manera muy
distinta a como se les percibía antaño. Atrás queda la imagen del
españolito atrasado, que tan bien reflejan, películas de la época como “Vente a Alemania, Pepe” o más actuales
como “Un Franco, 14 Pesetas”.
Pero lo cierto es que nuestros
emigrantes, al igual por cierto que el resto de migrantes del mundo, persiguen
las mismas aspiraciones, comparten los mismos sentimientos y sueñan con los
mismos anhelos.
La inmensa mayoría de personas
que toman la decisión de emigrar, lo hacen movidas por la legítima ambición de
progresar.
Algunas entenderán ese progreso
como el aprendizaje de idiomas o el aprovechamiento de ofertas de trabajo
interesantes para su carrera laboral. En España son muchas esas personas, y
representan el perfil del emigrante que gracias a programas televisivos como “Españoles por el mundo” se ha impuesto
en nuestra percepción del colectivo.
Pero no podemos olvidar a esa
parte del colectivo emigrante, tan numerosa o más que la anterior –especialmente
en nuestra provincia- cuya aspiración más inmediata es tener un sueldo y sacar
adelante a su familia, que en muchos casos queda en España. Es un grupo que
conozco bien, pues yo mismo formé parte de él, cuando en 2010 la crisis
económica en España y mi precaria situación, me obligó a emigrar a Francia
dejando atrás a esposa e hijos.
Es curioso como cuando hablas con
la inmensa mayoría de los emigrantes, como todos manifiestan los mismos
sentimientos y las mismas sensaciones que yo tuve.
Esos inicios dulces, cuando
empiezas a conocer el entorno, a descubrir el lugar en el que vas a vivir, sus
oportunidades y sus más ínfimas cotidianidades.
Ese proceso de adaptación que
empieza a las pocas semanas de llegar, algo más duradero en unas personas que
en otras, dependiendo de muchos factores, entre ellos el nivel lingüístico que
tenga cada persona con respecto al idioma que se hable en el país de acogida.
La asunción de la realidad, una
vez que has pasado la adaptación, integrándote en la vida cotidiana como uno
más, aunque con diferencias palpables del resto de la gente que te rodea y es oriunda
del país. Diferencias, que a veces solo salen a relucir en la intimidad, como
cuando lloras mirando la foto de tu hija mientras conduces para llegar al
trabajo cada mañana y piensas que está a miles de kilómetros.
Y finalmente, una vez integrado,
ese sentimiento de desarraigo asumible pero latente que con el paso del tiempo
se va haciendo cada vez más importante y que implica un pensamiento constante en
tus raíces, en tu tierra, en tu familia y amigos. Ese pensamiento puede derivar
en el retorno en muchos casos, siempre que se den las condiciones necesarias
para dar ese paso, pues no es fácil dejar otra vez atrás la vida que has
trabajado durante tanto tiempo, para volver a un lugar que amas pero, imaginas,
puede ser que ya no sea el tuyo.
En mi caso, esta última etapa la
sufrí poco tiempo, ya que en 2013 tuve que retornar a España, obligado por
algunas situaciones personales y familiares que no se podían postergar. A pesar
de retornar sin ninguna condición favorable para hacerlo, tuve mucha suerte de
conocer a Christian, entonces técnico de AJIER y hoy miembro de la Junta
Directiva y voluntario, que de forma desinteresada me ayudo en lo inmediato y
lo más importante, me abrió las puertas de AJIER para desde el voluntariado yo
pudiera aportar mis conocimientos y mi experiencia en pro del colectivo.
Posiblemente, Christian sea a la persona que más debo en esta vida, después de
mis padres. Y no sé si algún día podré pagarle como merece, la estima y el
aprecio que le tengo.
Finalmente, el deseo de retornar
llega a todo el colectivo, tanto a los emigrantes de oportunidad, como a los
emigrantes de necesidad. Unos llegarán a cumplir ese anhelo y otros por diversas
razones, principalmente económicas o familiares, no lo conseguirán. Pero
repito, TODOS tienen el derecho de poder, al menos, soñar con el retorno, a
pesar de la problemática económica, social o laboral que eso les podría
conllevar.
Escribo todo lo anterior, porque
en los días que redacto estas líneas – principios de marzo de 2020- están
surgiendo una serie de notas de prensa al respecto de los planes del nuevo
Ministro de Migraciones, José Luis Escrivá, al respecto de las personas
migrantes bastante preocupantes, desde mi punto de vista, y que reflejan en
cierto modo, el daño que la televisión ha ocasionado en la percepción de
nuestros emigrantes en España. Parece que todos son del perfil << españoles por el
mundo>> y nada está más lejos de la realidad. Eso lo
sabemos bien en las asociaciones que llevamos décadas trabajando con el
colectivo.
Por un lado, el nuevo ministro
sugiere la necesidad de la entrada al mercado laboral español de miles de
inmigrantes y propone facilitar su incorporación, por el bien del futuro de las
pensiones. Evidentemente, no seré yo quien cuestione esa medida y manifieste su
total apoyo a que las personas se muevan libremente, buscando su prosperidad en
el lugar que consideren oportuno, trabajando legalmente y aportando a la sociedad
que las acoja su colaboración y esfuerzo. En Francia fui recibido con los
brazos abiertos y en España recibiré con los brazos abiertos.
Pero por otro lado, en estas
notas de prensa, el ministro Escrivá pone en cuestión los programas de atención
a los españoles en el exterior y duda sobre la necesidad de colaborar
económicamente con los centros de españoles en el exterior, que en muchas
ocasiones suponen la ayuda más directa o el vínculo más estrecho que España
puede ofrecer a sus nacionales fuera de sus fronteras.
Si a estas informaciones sumamos,
el voto rogado o que los planes y medidas que se están desarrollando o están en
vías de desarrollo en las distintas instituciones, para favorecer el retorno de
españoles en el extranjero, hacen constantemente alusiones a lo que en política
se llama “talento”, circunscribiéndose este, a la posesión de estudios
universitarios, nos queda una visión del retorno demasiado clasista y un país
que piensa muy poco en sus ciudadanos en el exterior.
Un panorama al que tenemos que
hacer frente como asociación. Levantar la voz por los trabajadores y
trabajadoras españolas del sector servicios en Reino Unido, de la construcción
en Países Bajos y Suiza, los choferes de autobuses o los jóvenes acogidos en
Alemania con el programa MobiPro con sueldos miserables que ahora al menos
tienen un puesto de trabajo en la industria o los trabajadores agrarios que
después de varias campañas en Francia han terminado por quedarse en empresas
que les dan jornales casi todo el año (y de estos trabajadores en la provincia
de Jaén tenemos miles) Personas que conocemos en AJIER con nombre y apellidos,
y que tuvieron que emigrar por pura necesidad. Algunas con títulos
universitarios, otras no. Personas de diferentes niveles culturales. La mayoría
con escasos recursos y dificultad para comunicarse con sus familiares en España
– todavía recuerdo con cariño mis paseos por las calles y plazas de Tonneins
buscando una red Wifi pública para poder conectarme a Internet y leer los
mensajes en mis redes sociales-. Personas que en muchos casos no figuran en las
listas de emigrantes, porque ni tan siquiera están registradas en el PERE o en
el CERA, bien por desconocimiento o por encontrarse a cientos de kilómetros del
Consulado más cercano.
Todas estas personas también
tienen “talento”. El talento que puede otorgar los contactos con empresas del
extranjero, los idiomas o el propio conocimiento y experiencia en materias
organizativas y metodologías de trabajo aplicadas fuera de España. Todas estas
personas, también necesitan que su país piense en ellas y les facilite el
retorno en caso de que ese sea su deseo.
Ocho años conociendo al
colectivo, me otorga cierta legitimidad para hacer algo que no suelo
hacer…aconsejar.
Aconsejar a los legisladores que
piensen en todos los españoles fuera del país. Que todos deben ser bienvenidos.
Que legislar para favorecer el retorno del “talento” está muy bien, si eso
lleva consigo otra serie de medidas que de forma integral, favorezcan el
retorno en general. Desde el Gobierno de España, pasando por las Comunidades
Autónomas, Diputaciones y los propios Ayuntamientos se puede hacer mucho por
los emigrantes españoles en el extranjero y por los retornados, pero es
necesario conocer bien al colectivo y para esa tarea siempre encontrarán a las
asociaciones de emigrantes y retornados, que son las entidades que desde hace
décadas trabajan con él. Que eviten caer en los estereotipos creados por la
televisión sobre la emigración y piensen que emigrantes somos todos y todas.
1 comentario:
Estoy totalmente de acuerdo contigo, quizás la mayoría de las veces, la política se rige por cánones poco claros, otras por desconocimiento, o por la poca pericia del lesgilador. En cuanto se tenga en cuenta nuestros derecho, como un voto más, todo cambiaran y nos escucharan, por esos hay tantas trabas burócratas y otras. Un saludo.
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