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miércoles, 24 de octubre de 2012

Hijos de un zapatero, nazis y empresarios de éxito irreconciliables.


Está es una de esas historias curiosas, que uno lee y se le quedan grabada en la mente.
Una historia desconocida que aparece en tu vida, en cualquier momento, escondida en la más pequeña sección de una revista de historia cualquiera, en un viaje de tren hacía no recuerdo que sitio, pero que te produce instantáneamente en tu lista de tareas a realizar, una necesidad imperiosa de compartirla.


Ha pasado algún año, desde que en aquél tren, rodeé el artículo con un bolígrafo improvisado. La necesidad de compartirlo siempre ha estado ahí, pero con el tiempo se ha ido relajando, y el momento oportuno no aparecía.
Pero hoy, hojeando entre la montaña de revistas que almaceno en el estudio donde llevo a cabo mi más profundas ambiciones, el círculo rojo me ha recordado la tarea pendiente.

Por lo que comparto la historia, de como se forjaron dos grandes empresas que seguro conoces y como ese éxito empresarial, provocó la ruptura de una familia, que aún hoy casi 100 años después sigue siendo irreconciliable.

Adi y Rudolp Dassler, hijos de un zapatero alemán, eran partidarios del nazismo, por lo que entre los primeros carnés que repartió el partido, se encontraban los de la familia Dassler,  y  comenzaron juntos su carrera empresarial.
De profesión panadero, Adi Dassler comenzó a producir su propio calzado deportivo en la cocina de su madre, después de su vuelta de la Primera Guerra Mundial.
Decidió utilizar su apodo y la primera sílaba de su apellido para darle nombre a su producto: Adidas.
En 1924, su hermano Rudolf Dassler se sumó al negocio.

Hacía  1926,  los hermanos Adolf y Rudolf confeccionaban zapatillas y pantuflas. También calzado con clavos para los que gustaban de correr al aire libre.  Desde sus inicios utilizaron buena calidad en los materiales y una perfección en el proceso de fabricación que le daba gran resistencia a sus calzados.
La pareja de hermanos no tardó en comercializar sus productos en la villa olímpica en los Juegos de Berlín de 1936.
En estos juegos, para disgusto de Hitler, un atleta negro se colgó al cuello la medalla dorada cuatro veces por delante de muchachos rubios y de mirada azul. La proeza contenía un secreto: este hombre calzaba unas zapatillas de clavos obra de Adi Dassler.

El clima entre los hermanos comenzó a ser tenso durante la II Guerra Mundial. Por orden del III Reich, la fábrica de calzado se reconvirtió en taller de tanques. Adi se libró de empuñar armas para hacerse cargo del rumbo que había tomado su empresa. Rudolf, convencido de la causa nazi y espía de la SS, se unió a las tropas en Sajonia, y empezó a odiar a su hermano, a causa de su vida acomodada, sin luchar por los ideales que ambos compartían.
Rudolf, destacó en el frente gracias a su arrojo y decisión, y le quedó tiempo para enviar sendas cartas a su hermano, invitándole amistosamente a unirse al ejercito nazi y dejar sus ocupaciones en manos de algún hombre de confianza. Cada misiva acababa con la misma frase.
«No dudaré en pedir el cierre de la fábrica para que tengas que asumir una ocupación que te permita jugar a ser jefe y, como deportista de élite que eres, tengas que llevar un arma».
Rudolf, no escondía su descontento, por lo que consideraba un acto de cobardía y deslealtad de su hermano.

Terminada la guerra, Rudolf dejó la empresa para crear la suya propia. Puma. Aquí comienza una batalla comercial entre los dos hermanos, que aún hoy sigue viva. La disputa se extendió más allá de ellos, pasando a hijos y, en la actualidad, a los nietos de ambos.
Hoy, ambas marcas de ropa deportiva son conocidas mundialmente, si bien Adidas, a lo largo de su historia se ha ido consolidando en el sector, como la empresa de referencia. Adquisiciones como Reebook y su política patrocinadora de grandes eventos, la han posicionado mejor que a su hermana, Puma.





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