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sábado, 6 de octubre de 2012

Objetos en peligro de extinción

Hoy sábado, acompañado del café tardío de la mañana, repaso las notas tomadas durante la semana. Notas cogidas a vuela pluma y fotos tomadas con las prisas propias del padre de familia, que se ve obligado a compaginar trabajo, estudios, aficiones y pasiones, en una extraña mezcla de necesidades, que durante los días laborables se superponen unas a otras, marcando las lineas de lo urgente e inmediato, y lo importante y esencial para vivir como quieres.

Entre esos textos de caligrafía derruida y fotos distorsionadas, he rescatado dos imágenes, tomadas el lunes en un paseo matinal por las calles de Jaén. Como muchas otras veces, había acudido a la Asociación de Emigrantes Retornados de la capital, para ofrecer lo poco o mucho que pueda aportar a esta Asociación, de la que siempre estoy aprendiendo, gracias a mi amigo Christian, que junto con su mujer Rosa, me han ido enseñando a lo largo de estos años, el verdadero sentido de la amistad, mucho más profundo y complejo de lo que se suele entender.


Si digo la verdad no sé muy bien porque tomé estas fotos. No encajaban de ninguna manera, en ninguno de los asuntos que pueda llevar entre manos. Asuntos de esos que podemos llamar importantes para mí, pero que con las prisas de la semana, siempre quedan relegados al escaso tiempo libre, en forma de apuntes en mi cuaderno de notas, o fotos en mi teléfono móvil.
Aún así, no tuve dudas, necesitaba esas fotos y en aquel momento. Ahora entiendo por qué.

En nuestras calles, quedan vestigios de un pasado que aunque parece lejano, está ahí, a la vuelta de la esquina. No hace tantos años formaban parte de nuestras vidas y ahora están en serio peligro de extinción.
Por eso se me ha ocurrido formar un catálogo de mobiliario urbano, en peligro de extinción, con la ayuda de quien quiera participar. Se podría incluir fotos y comentarios sobre nuestras experiencias con ellos, para que no queden en el olvido, cuando definitivamente desaparezcan, si es que lo hacen, pues en algunos casos tengo mis dudas.

La primera imagen, es un clásico. Una cabina de teléfonos de las de antaño. Hoy en día siguen existiendo, pero en otra versión mucho más moderna, donde se pierde aquella privacidad, de estas estructuras de aluminio, donde cerrabas la puerta y a pesar del calor que podía hacer dentro, mantenías conversaciones más o menos extensas.

Recuerdo mi infancia en Llanos del Caudillo. No todos teníamos teléfono en casa y los móviles estaban en las cavernas aún. Una única cabina en la plaza del pueblo, servía para comunicarte con los seres queridos que estaban fuera. Las tías de Madrid, el amigo de Barcelona. Los domingos se formaban colas de personas que esperaban su turno,  y nosotros nos desesperábamos por hablar con mi padre, que por entonces trabajaba en Sevilla, y solo los domingos podíamos hablar con él.
Además aquella fascinación por el teclado del teléfono. Mientras los que tenían en casa teléfono, eran de ruleta, aquellos ingenios tenían los números en botones diferentes. Entonces las telecomunicaciones iban por delante de la gente.
Ahora es diferente. Las telecomunicaciones han avanzado a un ritmo vertiginoso. En poco más de 15 años todos tenemos al menos un teléfono móvil. Conexiones a internet a través de cualquier aparato, por pequeño que sea, (me viene a la mente, aquellos primeros chats en casa de mi amigo Manolo, en Bailen, donde su padre nos regañaba, recordando que cada minuto que nos conectábamos salía por un pico y además el teléfono de la casa no podía recibir llamadas). Whasapp, facebook, twitter. Todo al alcance de la mano, en pro de una comunicación rápida y barata.
Todavía quedan algunas cabinas de las modernas. Las de la foto casi están desaparecidas. Pero su tiempo en nuestras calles es efímero. Pronto serán historia y solo nos quedará los recuerdos de aquellas conversaciones y momentos que vivimos en ellas. Momentos y conversaciones alegres y otros no tanto, pues  como quizá en mi caso, cuando recuerde estás instalaciones, siempre me vendrá a la mente, aquella primera ruptura sentimental, cuando era solo un adolescente, que se produjo en una cabina como la de la foto, con su puerta cerrada y lágrimas incluidas.

La otra imagen que tomé es de esas, de las que hablaba al principio. Tengo mis dudas, espero que no sea así, pero tal vez, pronto se vuelva a llenar nuestras calles con estos carteles.

En cualquier entidad financiera existían. Ahora están en clara decadencia, desde que se implantó el Euro en España. Es muy difícil encontrarlos, pues ya no indican ningún tipo de servicio que nos pueda ofrecer el banco. Aún así todavía, en algunos lugares se han mantenido. ¿Nostalgia del pasado o creencia de que algún día volverán a ser necesarios? No sé. Pensemos que sea lo primero, pues habrá que defender la moneda hasta el final, aunque como están las cosas, siempre existan dudas.
Por mi edad, no he tenido demasiado relación con estos carteles, pero siempre recordaré aquel primer viaje a Francia, donde acudí  a la extinta Caja Madrid, de la calle Real de Bailen, para cambiar mis pesetas por francos franceses y belgas. Fue el viaje de fin de curso, con mis compañeros de BUP, del Instituto María Bellido, que tantos buenos recuerdos me trae. Todavía conservo una foto, en una calle de San Sebastian, justo antes de coger el autobús, para cruzar la frontera, con mi amigo Nono, posando en actitud chulesca, mostrando nuestros billetes nuevos con orgullo. Era todo un acontecimiento. ¡Que recuerdos! Lastima que por entonces era un manos rotas, y me gaste hasta el último céntimo.
Después he vuelto alguna vez a Francia, pero ya no ha sido lo mismo. Ha sido mucho más fácil, pero menos apasionante.

Son solo dos muestras. Seguro que hay más y prometo fotografiarlas e ir completando el catálogo, con la ayuda de quien quiera participar. Dentro del blog, tendrá la etiqueta ''Objetos en peligro de extinción'' y me podéis enviar vuestras propuestas con foto y comentarios respecto a vuestra relación con esos objetos a punto de extinguirse, vía Facebook, Twitter o correo electrónico. (almodovar.emilio@gmail.com).
Creo que será divertido y podremos documentar a nuestros hijos, sobre aquellas cosas, que cuando sean mayores y curiosos no existirán.

Espero vuestra colaboración.

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