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jueves, 24 de enero de 2013

Carta de amor desesperado



Relato presentado al XIX certamen de cartas de amor ''Ciudad de Bailén''.  Un relato donde intento rebuscar en los restos de aquellas miserias que quedan, cuando empiezas a ver la luz al final del túnel. Siempre es peligroso volver la vista atrás.
Por cierto, la foto esta tomada, en algún punto de la costa del levante almeriense, uno de aquellos días en los que te adentras en lo más profundo de la maleza, tal vez para encontrarte contigo mismo.




Aquí me tienes de nuevo. Por tu culpa, en el abismo. Escribiendo estas líneas desesperadas, ebrio de recuerdos, de nostalgia. Tu añoranza no es tan fuerte como un día imaginamos y he vuelto a ser presa de los vicios que me hiciste olvidar.
Hoy no estimo la vida y me vuelvo a avergonzar de mi existencia, pero ya no tengo fuerza para apiadarme de mí mismo. Ahora estas cuatro paredes, vuelven a girar en torno a una botella vacía. Mentiría si digo que no te odio, si digo que no te quiero.
La verdad, es que si miro mi copa llena me siento feliz, eufórico. Si miro la botella vacía, me hundo. Desprecio mis miserias, el frágil coraje que un día me enseñaste a dominar y ahora en tu ausencia me abandona.
Grito en silencio -¿Por qué me has dejado solo?- aunque entiendo tu ausencia. Sin ti me pierdo. El pasado ya no me atormenta. Sin ti vuelvo a soñar cosas absurdas, vuelvo a creerme lo que no soy. Sin ti, mi lado canalla, se vuelve muy oscuro.

Esta noche, en la soledad omnipresente tengo claro que te extraño. Necesito urgentemente tu presencia, tu calma, tu equilibrio.

Porque eres la balanza que equilibra mis locuras. Tú, siempre tan realista, tienes la capacidad, de hacerme bajar de las nubes, cuando ves, que empiezo a perderme. Porque aceptas mis constantes fracasos, con resignación, sin echarme nada en cara.
Gracias por ser el muelle, que desde el suelo, haces que me levante, cada vez que me caigo.
Porque con tus preguntas, simples, haces que mi mundo, siempre tan complejo, me parezca polvo. Arena tan fina, que desaparece, con solo soplarla.
Porque me demuestras cada día, que no hace falta ser perfecto, sino autentico. Porque me animas, me estimulas y me provocas, solo con el objetivo de que siga persiguiendo sueños.
Sueños, que como tú bien dices, solo se consiguen despertando. Porque me tiendes la mano, antes de preguntar. Detectas mis cambios de ánimo, antes de que me sucedan las cosas que los provocan. Solo por aguantarme sin entenderme, ya mereces la felicidad eterna.

La distancia y el peso inmenso del vacío, que me llena esta noche, me hacen sentir miedo de otro amanecer. Miedo del frío que reverbera del lado izquierdo de nuestra cama. Tu lado.

Apuro mi copa, como el suicida que después de mirar unos segundos su pistola, aprieta el gatillo tras recordar que ya nada merece la pena. Que el miedo es volátil y después llegará la paz.
¡Pero no! No soy un suicida. El miedo se hace perpetuo y la paz inalcanzable. Ahora mi espíritu se viste de decepción. Me pregunto porque lo he vuelto a hacer. Por qué me odio al no tenerte. Reprimo unas lágrimas, que pronto inundarán mis ojos sin remedio.

Son dos años luchando gracias a ti, contra mis debilidades y dos días en soledad han bastado para entender que sigo siendo un inmaduro, un irresponsable, un desagradecido que solo intenta tapar sus frustraciones con alcohol, e inculpar a la persona que más ha contribuido a su cambio, solo por tener otras obligaciones más importantes y necesarias. Incluso me atrevo a pensar que puedo odiarte.

Maldigo mi egoísmo. Me siento ridículo. Idiota. Yo preocupado por mis problemas livianos, mientras tú velas la salud de tu padre, a los pies de la cama de aquel hospital. La ligera línea que separa la vida de la muerte, te debe atormentar mientras yo solo te culpo por mi soledad, por mi frío, por mi escasa fuerza de voluntad.
Puede que nunca sea perfecto, tú me enseñaste a aceptarme, a quererme y ahora te lo pago de la forma más ruin. Fallándote.
Maldigo esta soledad. Esta forma de amar. El todo o el nada.
Solo espero que esto acabe pronto y todo salga bien. Que me vuelvas a perdonar, una vez más.

Solo necesito la luz de tu mirada, el equilibrio de tu voz, la paz de tu presencia.







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