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viernes, 13 de abril de 2018

Censura y autocensura....no gracias

Nunca creí beneficiosa la tradicional composición parlamentaria, que gracias a un sistema electoral injusto y una sociedad demasiado obcecada en la dicotomía izquierda-derecha, se venía dando en el Congreso de los Diputados durante casi cuarenta años. Dos partidos nacionales alternándose el poder en connivencia a veces con partidos independentistas, suele traer aparejados cambios legislativos volátiles según la ideología gobernante y concesiones hacía determinados territorios no siempre positivas para la totalidad de la población. Por ese motivo, la fragmentación política resultante de las últimas elecciones nacionales, resultaba cuanto menos esperanzadora. 

Quitar poder a los nacionalismos, que solo negocian en aspectos que afectan a toda la sociedad española con objetivos y fines territoriales y legislar en base a acuerdos con varios partidos nacionales, podía ser la base necesaria para conseguir una estabilidad jurídica alejada del cortoplacismo imperante en nuestra política. Pero hasta el momento, esa fragmentación política en el Congreso de los Diputados no es operativa. Los nuevos partidos, se parecen demasiado a los viejos y en vez de practicar políticas de pacto se dedican a la confrontación sistemática. Esa confrontación explica por ejemplo, como la controvertida "Ley Mordaza" aprobada únicamente aplicando una mayoría absoluta del PP en 2015, aún no ha sido rectificada al menos en sus puntos más escabrosos. Apoyándose en ese ley, la justicia ha emprendido un camino peligroso, con sentencias y resoluciones judiciales más propias de países que no respetan la libertad de expresión.
Que duda cabe, que la explosión de las redes sociales requiere una normativa específica para luchar contra las noticias falsas o los boots propagadores de inmundicias. Desmanes en redes sociales bajo el anonimato hay cientos y se hace necesario controlarlos. Pero la libertad de expresión, debe ser un derecho irrenunciable en un Estado de derecho.

Actualmente hay personas con nombres y apellidos, condenadas y en algunos casos encarceladas, por decir cosas a través de sus perfiles privados en redes sociales. Se puede discutir, si en vez de personas, son bestias. Se puede discutir si en vez de hablar, vomitan la bilis que han acumulado gracias a sus frustraciones personales y su sentimiento de inferioridad intelectual. Se puede discutir sobre la triste vida que deben soportar estos payasos y payasas, pero que tienen el derecho, aunque sea injusto, de aplacar sus miserias faltando al respeto, al honor o a la dignidad de la gente, es algo que los demócratas tenemos que soportar. (párrafo dedicado sin cariño y cortesía de mi libertad de expresión a Casandra Vera, Alfredo Ramirez, Luis Fernando de Reyna, Tomás Santos, Guillermo Zapata y compañía)

Las garras de la censura han llegado demasiado lejos. 

Resultado de imagenHoy, hay un libro llamado "Fariña" secuestrado en un juzgado, porque a alguien no le gusta lo que dice el autor de él en una frase. Hay, un rapero llamado Valtonyc a punto de entrar en prisión por escribir canciones, que su compañero Pablo Hasel, otro condenado, calificaría como obras de arte mientras que a mí me parecen mierdas de un soez resentido. La "obra de arte" de Santiago Sierra llamada Presos Políticos, retirada de ARCO hace unos meses, se expone en un museo de Lleida y se reproduce hasta en un escaparate de una tintorería de Andorra. Una basura que hubiera pasado sin pena ni gloria, se ha convertido en un negocio muy rentable para su autor, que solo ha pixelado una serie de fotografías en blanco y negro de terroristas, activistas y políticos presos y las ha condensado en un mismo marco. ¡Qué fácil es ser un artista!

La censura solo consigue reconocimiento público y mayor valor para esos productos que por basura que sean, consiguen una notoriedad por encima de sus posibilidades. Hoy estoy deseando adquirir en algún momento de mi vida el libro Fariña (en el mercado de segunda mano ha alcanzado precios disparatados), hablo de un tal Pablo Hasel y un tal Valtonyc, que ni conozco ni tengo ganas de conocer y Santiago Sierra se ha hecho millonario.

Debemos pedir al Parlamento español, que deje a un lado la confrontación y utilice la fragmentación  concedida por las urnas para ajustar normativa que nos metieron a rodillo en algún momento de mayoría absoluta y para legislar sobre aspectos que nos afectan a todos con una visión ideológica amplia, plural y por tanto duradera. Pero también como sociedad que exige a sus políticos, deberíamos empezar por practicar aquello que reclamamos. En el tema que nos ocupa, no se puede pedir libertad de expresión, mientras censuramos a nuestro alrededor a todo aquel que discrepa del estado de opinión impuesto por los medios de comunicación y recogido por los partidos políticos por mero oportunismo. Lamentablemente, también hoy mientras pedimos libertad de expresión, se producen multitud de episodios a nuestro alrededor de autocensura. Personas librepensadoras, que se encuentran al margen de la corriente de opinión dominante, pero que no pueden expresarse libremente porque una ola de buenismo impuesto e infundado los barrería. Digo esto, mientras pienso en ese joven compañero que los fines de semana bailaba reggaeton y entre semana intentaba censurar mis opiniones sobre determinados aspectos que no comparto del feminismo, por ejemplo. Pero también se puede decir, sobre la corriente de pensamiento impuesta por los colectivos animalistas contra la tauromaquia y la actividad cinegética. Discrepar en determinados lugares, ya no solo contra la totalidad, sino simplemente contra algunos aspectos de diversos temas con una marcada corriente de pensamiento general es para valientes. Y eso solo conduce a la autocensura.

Exijámonos también la libertad de opinión a nosotros mismos, ya que parece que ser una persona reflexiva no está de moda y eso es un peligro.


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